Reflexiones sobre el impacto del COVID-19 en la cultura (1): Preguntas iniciales


El impacto social y económico de la crisis del coronavirus en las prácticas culturales ciudadanas y en el sector cultural profesional serán muy profundas, y al mismo tiempo difíciles de predecir en su globalidad y complexidad por la falta de referentes previos. Por esto, compartir una mirada prospectiva cuando no ha pasado ni un mes del inicio del confinamiento (en nuestro caso, el 14 de marzo de 2020) es altamente arriesgado; pero al mismo tiempo creo que útil para todos aquellos preocupados por el devenir del sector y la vida cultural. Con estos ánimos, pero también con cierta cautela, me propongo escribir un conjunto de reflexiones centradas en los efectos del COVID-19 en los distintos actores claves de la vida cultural: la ciudadanía con sus cambiantes prácticas culturales, los creadores y el resto de profesionales de la cultura preocupados por su devenir profesional, las organizaciones culturales muchas de ellas al borde del colapso, y las instituciones gubernamentales responsables de apoyar la vida cultural. Dichas reflexiones se hilvanarán intentando responder a un conjunto de preguntas, la mayoría de ellas de difícil, imprecisa o hasta imposible respuesta. Pero el hecho de formularlas y de reflexionar sobre escenarios futuros quizás ayude a diagnosticar el futuro y a tomar las mejores decisiones posibles. ¡Vamos a allá!

¿Qué cambios está provocando el confinamiento de la población en las prácticas culturales y en las relaciones sociales? ¿Qué pasará cuando el confinamiento termine, pero la situación económica de las familias empeore? ¿Es posible que buena parte de las prácticas de empoderamiento creativo, de vida familiar recluida pero más llena y de relación vecinal sin precedentes, o de hallazgo de otras formas de descubrir, gozar y compartir manifestaciones culturales conlleve un cambio significativo de hábitos culturales? ¿Qué efectos puede tener en las prácticas culturales a largo plazo de individuos y colectividades heterogéneas? O, desde otra perspectiva, ¿se ampliará la brecha social debido al crecimiento de las asimetrías en la acumulación de capital cultural y en el acceso a los recursos mínimos (tecnológicos, espaciales, educativos …) para poder desarrollar una vida cultural autónoma y enriquecedora?

Por lo que concierne a los profesionales, ¿con que desasosiego viven la situación actual y qué futuro les depara el post confinamiento por el COVID-19? Esta pregunta tiene muchas respuestas pues es un sector muy heterogéneo, formado por un lado por un amplísimo colectivo de creadores y profesionales independientes, gente talentosa pero dependiente de un mercado profesional impredecible, a menudo muy precario. Y, por otro lado, profesionales contratados laboralmente por instituciones y empresas – no solo culturales – de características y capacidad para resistir la crisis muy desigual. ¿Cómo les va a afectar el confinamiento y el cierre temporal (y por desgracia en muchos casos también definitivo) de muchos proyectos y organizaciones culturales? ¿Qué consecuencias distintas tendrá para los profesionales independientes, los contratados (directa o indirectamente) por la administración pública, los empleados del sector no lucrativo, los emprendedores y empresarios, o los asalariados de las empresas culturales? ¿Qué sectores, ámbitos o formatos de oferta cultural resistirán mejor?

Y en paralelo, ¿qué estrategias están siguiendo los profesionales independientes y las organizaciones culturales ante el parón por el confinamiento? ¿Tendrán dichas estrategias, cuando las hay, consecuencias a medio plazo en términos de mayor relevancia artística, patrimonial y social, y por lo tanto también económica? ¿Hasta qué punto el actual mercado del arte y las exposiciones, cada vez más competitivo a escala global, puede cambiar empujado por el acercamiento a pequeños públicos locales, el encarecimiento del transporte aéreo y la crisis climática? ¿Es posible que los programadores de proximidad apuesten por la creación Km. 0, o esto solo será un espejismo de buena voluntad del segundo semestre de 2020? ¿Qué papel debe continuar teniendo el mercado y el circuito internacional (tan importante para muchas compañías y productoras que no puede sobrevivir en mercados nacionales pequeños), o la cooperación cultural con agentes, artistas y proyectos de otras partes del mundo?

Y, si apuntamos a una distancia algo más larga, ¿qué efectos a medio plazo pueden tener las dinámicas sociales y las prácticas culturales fruto de las experiencias asociadas a la crisis del COVID-19? ¿Se frenará el lento declive del valor intrínseco de la cultura experimentado en los últimos lustros y una legitimación asociada fundamentalmente a su impacto económico y social? Y, en las nuevas circunstancias, en lugar de revalorar su insubstituible contribución a aquello que nos hace humanos, tal como el confinamiento ha puesto de relieve, pasado este momento ¿deberán los profesionales y las organizaciones culturales legitimar de nuevo su existencia asociados a los efectos positivos que su actividad tiene para la salud y el bienestar para poder subsistir (los ámbitos que junto a la investigación se han ganado la legitimidad social y, esperemos, más recursos públicos)?

Por lo que respecta a la acción gubernamental, ¿cabe esperar transformaciones relevantes en las políticas de apoyo público a la cultura? ¿Habrá un cambio de prioridades o, como en la crisis financiera anterior, se priorizará lo más institucional y lo más mayoritario, con independencia de su aportación en términos de creatividad o sinergias multiplicadoras? ¿Se intentará compensar la caída de la demanda con recursos públicos bien planificados o la necesidad de aumentar la recaudación de un estado en quiebra llevará a subir los impuestos sin tener en cuenta la elasticidad renta del gasto cultural, así como la del ingreso fiscal asociado? ¿Qué distribución de recursos entre niveles de gobierno, entre sectores creativos o entre tipologías de acción cultural se va a dar? Por otro lado, ¿vamos a vivir cambios radicales de los paradigmas de política cultural? ¿Habrá un retroceso de los derechos culturales ante una creciente deriva autoritaria y el fortalecimiento de fuerzas políticas impulsoras de nuevas democracias iliberales?

Y, finalmente, ¿habremos vivido un anticipo de lo que nos espera dentro de 10 o 20 años con la plena implementación de la inteligencia artificial, con sus consecuencias sociales y económicas (incremento del tiempo de ocio, desaparición de los trabajos automatizables, más precariedad económica para los excluidos del sistema, generalización (quizás) de una renta mínima vital …)? Es decir, ¿vamos a vivir una progresiva difuminación de los límites entre mundo real y realidad virtual, entre amateurismo y profesionalismo? ¿Hasta qué punto van a desaparecer las categorías sobre las que se ha construido a lo largo del último siglo la acción cultural y las políticas culturales (el concepto de aura ligado al objeto físico, quién y qué define la calidad artística, el valor de la experiencia cultural …)?

Como se ha podido observar el número de preguntas relevantes es abultado y la capacidad para responderlas muy limitado. En los próximos escritos intentaremos reflexionar escalonadamente al hilo de las mismas.

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