Words of thanks on receiving the 2023 ENCATC Outstanding Contribution Award (Helsinki, 13 October 2023)

Hyvaa huomenta!

First of all, I want to thank the honour of receiving the ENCATC Outstanding Contribution Award 2023. I want to thank in particular the members of the jury for selecting me for the award, and Milena Dragicevic-Sesic for proposing my candidacy.

ENCATC has been my main international reference network. Despite having served on the board of other international associations (ACEI, AAAE, ECURES...), chairing it was a great honour, a learning school on how to cooperate internationally, and a visibility factor on a European and international scale. I remember the challenge of changing the headquarters from Copenhagen to Brussels and finding a replacement for Isabelle Schwartz who was leaving for the ECF. We shouldn't have chosen better since Giannalia Cogliandro has been a crucial straw of our association for these 20 years. Giving generously (serving on a board involves a lot of work) brings many more benefits in the long run. And now even a prize!

But I wouldn't have come this far without 2 key factors: growing up in a family that gave me a very good education and a fantastic cultural environment (as you could see in the projected photos), as well as the influence of two personalities that, among others, helped and inspired me at the beginning of my professional career: Eduard Delgado and Mark Schuster, both of whom passed away prematurely.

Eduard Delgado (one of the key instigators in the foundation of ENCATC from his position at the Council of Europe, alongside Ritva Mitchell, Gabriele Maza or Raymond Weber), the promoter of the Master of cultural management that I have led for so many years, who threw me onto the international scene. He invited me to participate in CIRCLE activities and sent me as his substitute to give talks - often to the perplexity of the person who had invited him. Giving opportunities to young people was one of his great legacies!

And Mark Schuster, professor at MIT, editor of the Journal of Cultural Economics and great enthusiast of cultural events. He invited me to collaborate on a course on cultural policy at MIT and we did research together comparing international models of funding and cultural policies. He definitely opened me up to new ways of teaching and research, much more interactive and analytical.

I also want to thank the enormous support received from all the professionals - researchers (especially the co-authors of my publications), lecturers and technical and administrative staff - who have collaborated with me during the last 40 years of professional career, first at the Centre d'Estudis de Planificació (CEP) and the CERC, and then at the University of Barcelona and in all the international adventures in which I have participated. I wouldn't have gotten to where I am without them! Also, to the cultural professionals and students from the UB and from all over the world who, with their critical comments, have helped me to be better.

I have tried to lead more than to direct, to inspire by giving autonomy rather than to control the details, to have a prospective, holistic and long-range vision rather than being an executor or process manager. For this reason, I have been helped so much by those professionals who complement me by controlling what I have left in the air.


The international perspective, as a bridge between Europe and Latin America, and in contact with the other continents, has never involved abandoning the roots or the commitment to my country, Catalonia. I have tried to build bridges between the Catalan cultural reality and that of the rest of the world, offering opportunities, but also, when necessary, providing a critical perspective with the aim of trying to go further, always committed to a freer country, in dialogue with all kinds of diversities. Conectando también con los hermanos de España y de Latinoamérica!

- I finish, with a very special thank you to my mother who is 98 years old and to my husband Joan! Thanks to all the friends of ENCATC who have accompanied me all these years!

Thanks Gerald, thanks Dea, thanks GiannaLia !

Kiitos palyon!

Reflexiones sobre el impacto del COVID-19 en la cultura (5): por una nueva agenda de política cultural

Ante la emergencia y grave situación del sector cultural, hoy más que nunca, es imprescindible disponer de unas políticas gubernamentales valientes, con conocimiento de la realidad local, visión estratégica a corto, medio y largo plazo, y empatía hacia el conjunto de agentes implicados. Su principal misión debería ser:
  • acompañar unos profesionales y unas organizaciones en el umbral de la quiebra;
  • salvaguardar aquellas experiencias más frágiles y al mismo tiempo más relevantes para el paisaje cultural post-crisis;
  • apoyar aquellos proyectos o instituciones con mayor capacidad multiplicadora y sinérgica para el sistema cultural;
  • fortalecer los procesos de resiliencia de ciudadanos, entidades y profesionales.
¿Por qué estas políticas deben ser también valientes? Porqué es imprescindible priorizar, arriesgar sin miedo, y esto no gustará a aquellos agentes de sectores, formatos o actividades más convencionales o considerados no prioritarios. Tradicionalmente, la mayoría de gobiernos tienden a concentrar sus recursos en equipamientos y proyectos de titularidad governamental1 (aquellos que históricamente han acabado formando parte de su responsabilidad directa, sin que ello responda necesariamente a necesidades o demandas actuales). Y, en cuanto al apoyo a iniciativas de terceros, se opta preferentemente por la repartidora: pequeñas ayudas a un gran número de organizaciones. Distribuir unos recursos escasos entre un número elevado de proyectos no siempre tiene sentido. Lo tendría si fuera conveniente ampliar el tejido de agentes o estimular nuevas iniciativas culturales, pero este no es el caso en una crisis como la actual, y en general cuando se dan situaciones como:
  • la ayuda es tan pequeña que casi no compensa los gastos de administración de la misma (costes de gestión, tanto por parte de la propia administración como para los receptores);
  • se reproduce un ecosistema desequilibrado (reciben más los territorios y los subsectores con mayor iniciativa y más capacidad de presentar propuestas alineadas con los parámetros de las convocatorias) en lugar de ayudar preferentemente allí donde hay más déficits;
  • la actividad se hará de todos modos y no depende del apoyo gubernamental; es decir, cuando el dinero público no incentiva, sino que tan sólo conlleva un ingreso adicional.
En cuanto al grueso del presupuesto cultural público, este se centra en el personal y las actividades de los museos, medios de comunicación, bibliotecas, teatros o centros culturales de titularidad gubernamental. Muchos de ellos, pero desgraciadamente demasiado pocos, cumplen una misión redistribuidora fundamental a escala territorial o sectorial. Pues, la iniciativa privada lucrativa se focaliza en las grandes metrópolis o en la producción cultural de masas, abandonando las expresiones más locales (de mercado pequeño, no competitivo, pero que nos permiten ser quienes somos y reinventar nuestras raíces) o que requieren esfuerzos cognitivos mayores (fruto de procesos creativos o patrimoniales complejos y/o innovadores). Ahora bien, a menudo este papel supletorio no se hace con suficiente eficiencia, bien porque el perfil y dimensión del equipamiento no es adecuado para maximizar las sinergias o para sacar provecho de unos activos inmovilizados desproporcionados (museos sin casi personal y una museografía anticuada, teatros cerrados la mayoría de días del año y con un número de funciones bajísimo, bibliotecas que no pueden competir con la oferta digital disponible ...). Otras veces, porque priman otros objetivos, como unos medios de comunicación públicos o unas políticas de programación y de precios públicos al servicio de estrategias partidistas, clientelares.

Finalmente, porque no ha existido una política inteligente de incentivos, reciclaje y movilidad del personal a cargo; un recurso humano muy desaprovechado, dedicado demasiado a menudo a tareas administrativas y no al diseño de actividades y al incentivo de la actividad del tejido social. Cuando una política se deja en manos, prácticamente, del esfuerzo voluntarioso de unos pocos, no llega demasiado lejos. Y es una lástima porque pese a los recortes disponemos de infraestructuras y de profesionales potencialmente muy decentes. Y, adicionalmente, en países como España, su estabilidad laboral permitirá aguantar mejor el embate de la crisis. Sin embargo, hay que superar rigideces normativas en la tramitación administrativa ya que frenan una respuesta eficiente, cuestión sangrante en un momento particularmente grave como el actual.

Ahora bien, si miramos el grueso de las estrategias de política cultural, aquellas que se pueden leer en el detalle de los presupuestos públicos (¡olvidaos de los grandes discursos retóricos o de los fuegos artificiales de las promesas evanescentes!), no ha habido cambios sustanciales entre la primera y la segunda década del siglo XXI. ¿Cómo puede ser cuando tantas cosas han cambiado en dicho lapso de tiempo? La crisis de 2008 implicó una reducción brutal de los recursos disponibles, recursos que diez años después no se han recuperado (en España el gasto cultural del conjunto de administraciones públicas de 2017 –último año con datos liquidados disponibles- estaba todavía a un 72% del gasto de 2008). Pero los recortes no respondieron a una estrategia reflexionada, sino que se salvaron las actividades que tenían mayores costes políticos o contables, los proyectos más institucionalizados, con personal fijo o funcionario, o como mucho aquellos subsectores con mayor capacidad de movilización social. En paralelo crecieron muchas iniciativas y proyectos, particularmente flexibles, frágiles o intensivos en el tiempo -como por ejemplo los festivales -, actividades que ahora van a sufrir particularmente.

Por ello es fundamental que la nueva agenda de política cultural tenga una mirada estratégica. En este sentido, ¿quién?, ¿qué? y ¿cómo hay que priorizar ante una crisis inesperada, profunda y que nos ha cogido a todos desprevenidos? No es fácil responder a estas preguntas ya que no disponemos de suficiente información -a pesar del gran número de encuestas de urgencia realizadas durante el último mes y medio (desgraciadamente no todas metodológicamente correctas)- para hacer un diagnóstico preciso de la situación por territorios, sectores, formatos y tipologías de agentes. Lo que está claro es que no se deberían volver a repetir los errores de la gestión de la crisis de 2008, ya que algo deberíamos haber aprendido de la misma, y hoy el sector cultural llega más debilitado que en aquel momento.

Análisis crítico de las medidas gubernamentales implementadas hasta ahora
Las medidas que se han tomado hasta ahora para paliar los efectos de la crisis, como los préstamos avalados por el gobierno, la exención o retraso en los plazos de pago de algunos impuestos, los ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo), así como algunas ayudas a fondo perdido o subvenciones extraordinarias, no sólo son insuficientes, sino que a menudo están mal adaptados a la realidad del sector cultural. De todos ellos, el que está siendo más efectivo (especialmente para las organizaciones de menos de 50 trabajadores) son los ERTE, pero habría que alargarlos pasado el estado de alarma porque en muchos casos no se les permitirá abrir en condiciones de rentabilidad hasta mucho más adelante; también para facilitar la reincorporación gradual de los trabajadores, pues la actividad económica y el consumo se recuperarán muy lentamente. En cambio, las ayudas directas son en la mayoría de casos de importes demasiado reducidos por los trámites burocráticos que implican.2 Ahora bien, en ambos casos, son medidas para detener el golpe inicial, no para encarar el regreso a la actividad, ni para prepararse para un futuro incierto.

En este sentido es interesante escuchar las demandas de los miembros del Consejo de cultura de Barcelona: "necesitamos un gran plan para el sector cultural, un plan que siente unas bases nuevas y sólidas para la vida cultural de la próxima década y que evite los errores del pasado"3. Y, junto a ello, piden medidas concretas: "incrementar las ayudas propuestas por las instituciones públicas, aportar liquidez a las empresas -más que préstamos, se necesitan fondos no reintegrables-, habilitar un mecanismo de apoyo a las empresas privadas y entidades semipúblicas, así como profesionales autónomos -un fondo de apoyo ad hoc disponible durante un periodo más o menos largo-, y finalmente agilizar los procesos administrativos para hacer frente a la urgencia de la situación". Este último requerimiento es muy importante ya que la administración a menudo está más centrada en evitar algún tramposo sin tener en cuenta el enorme desperdicio de recursos propios y ajenos que implica cumplir con unos procedimientos administrativos poco eficientes, que desgraciadamente tampoco evitan el fraude.

Otra cuestión que hay que analizar es el volumen y la eficacia de la ayuda financiera gubernamental, a corto, medio y largo plazo. En relación al volumen de la ayuda, este depende de la capacidad financiera de cada gobierno, ligado a su nivel de endeudamiento previo, la capacidad para poderse endeudar más (que depende de la confianza de los potenciales acreedores) y de las prioridades gubernamentales sobre qué sectores y agentes merecen recibir estas ayudas. En la mayoría de países latinoamericanos, la capacidad de endeudamiento es limitada y la cultura no es considerada una prioridad para los dirigentes políticos y económicos con poder real de decisión. Sin embargo, se observan diferencias enormes de sensibilidad y de estrategias entre los diferentes países (ver, por ejemplo, la recopilación realizado por la OEI con las iniciativas de los gobiernos iberoamericanos, la del Compendium de políticas culturales o de KEA a escala europea, o a nivel mundial los enlaces del estudio de On the move y CircoStrada, entre muchos otros).

En Europa tendremos una gran inyección de liquidez por parte del Banco Central Europeo, pero no sabemos todavía cómo se distribuirá por sectores, tipologías de agentes y en última instancia, niveles de gobierno. El cómo se haga marcará la eficiencia y la eficacia del paquete de medidas de apoyo a la cultura. En España la cultura no es una prioridad gubernamental, tal como la primera reacción del ministro del ramo dejó claro. Además, el análisis de la gestión de la crisis de 2008 no genera muchas esperanzas. La administración central acaparó la mayor parte de los recursos disponibles, ahogando las comunidades autónomas que tenían que hacer frente a los costos en sanidad y educación, y limitando la capacidad de gasto de los entes locales endeudados en las competencias esenciales (que solo muy parcialmente incluían cultura). Sin embargo, son estos últimos los que han liderado el gasto en cultura, incrementando en casi 10 puntos porcentuales su peso en el gasto cultural total de las administraciones públicas españolas (del 54,8% en 2008 al 64,2% de 2017). Así pues, si la liquidez alcanza los ayuntamientos hay una cierta esperanza de contar con recursos reales para reactivar el sector, tal como muy bien explican Ángel Mestres y Oriol Martí en un escrito reciente en el blog de Trànsit projectes al que nos invitan a no tener miedo. Ya que, si los recursos excepcionales puestos a disposición acaban fundamentalmente en manos de la administración central, su impacto en el tejido cultural será mucho más bajo y centrado principalmente en su sedes madrileñas o en las grandes empresas del sector4 (¡a no ser, vana esperanza, que se creara un programa de compras y encargos descentralizado de arte público, como el New Deal del presidente Roosevelt durante la Gran Depresión, tal como el Cultura/s de la Vanguardia deja sugerir!). Por lo que respecta a las comunidades autónomas, con la excepción vasca y navarra por su estatus fiscal especial, estarán tan endeudadas cubriendo el gasto sanitario, educativo y en servicios sociales que será difícil que incrementen sus presupuestos culturales. En Cataluña partimos de un presupuesto por habitante algo mayor (pues aporta el 24% del presupuesto cultural conjunto de las CCAA, con un peso demográfico del 16%) pero veremos si se puede mantener.

En cuanto al apoyo indirecto al tejido empresarial (avales, préstamos, rebajas fiscales ...), si el dinero se queda en las grandes empresas y no llegan a los pequeños operadores, estos últimos con menos recursos para aguantar la crisis acabarán desapareciendo, y con ellos la riqueza, diversidad y aroma local de las expresiones culturales. En cuanto a las familias, habrá que ver en qué proporción la liquidez llega a las clases populares (muy necesitadas, centradas en la subsistencia), a las clases medias (los principales consumidores culturales) o sólo nutre los bolsillos de los más ricos (que quizás aprovechen la abundancia de disponible para invertir en propiedades inmuebles y bienes culturales a precio de saldo).

Hacia un cambio de valores
Más allá de los recursos económicos, saber escuchar, acompañar y asesorar asertivamente son valores claves, especialmente importantes en momentos de incertidumbre como los actuales. Hay que hacerlo, sin embargo, con el máximo respeto, coraje y empatía posibles. El hecho de acompañar no debe ser incompatible con tomar decisiones difíciles, valientes, como por ejemplo priorizar los recursos hacia aquellas actividades más necesarias para asegurar una vida cultural plena una vez pasada la pandemia, o con más probabilidad de aguante. Ahora bien, a pesar de saber que muchas organizaciones y proyectos tendrán que cerrar, con efectos graves para la supervivencia económica de muchos profesionales, no se puede condenar de entrada a ninguno sin estudiar el diferente grado de resiliencia de cada organización. Y eso pasa por la proximidad; es decir, por el tan repetido pero escasamente aplicado principio de subsidiariedad. Cuando más cerca de un proyecto, de sus profesionales y de la comunidad de referencia, más fácil es estimar los potenciales y las necesidades, y así adaptar localmente el abanico de instrumentos políticos, financieros y de apoyo disponibles. Compartir información sobre estrategias e instrumentos a escala nacional e internacional es extremadamente útil, pero su adaptación debe ser regional y local. Uno de los grandes errores de la mentalidad tecnocrática – ¡tan presente desgraciadamente en la administración española! - es pensar que una terapia homogénea, tratar a todos por igual, conlleva eficacia y equidad.

Otra forma de acompañar es la información y la formación. Ambos instrumentos son claves para ayudar a los profesionales a tomar sus propias decisiones, compartiendo diagnóstico y posibles estrategias. Ahora bien, ¿estamos aprovechando suficientemente los momentos actuales de paro de las actividades para generar talleres de reflexión, formación e intercambio para que los profesionales diseñen sus estrategias para las inconstantes etapas que vienen? Por ejemplo, para diseñar espacios o actividades culturales COVID-Free que generen confianza a las audiencias y los trabajadores, o por un retorno financieramente y humana responsable y viable, entre otras posibles cuestiones. En este sentido, han aparecido diversas propuestas formativas interesantes,5 pero encontramos a faltar políticas públicas de apoyo más explícitas.

Otro aspecto relevante consistiría en acompañar con información y asesoramiento las oportunidades que ofrece el mercado internacional. A pesar de que la recesión económica es global, los países del Norte de Europa se recuperarán antes que los del Sur, tanto por el menor impacto inicial de la pandemia como por la mayor capacidad adquisitiva de sus audiencias y la generosidad de sus presupuestos culturales. En cambio, las perspectivas en Latinoamérica y en los países en desarrollo no son optimistas. Tampoco se espera mucho dinamismo por parte de los programas de cooperación cultural internacional, ni en la ayuda al desarrollo, dado el repliegue doméstico y la priorización hacia la crisis sanitaria y alimentaria.

Un aspecto que vale la pena subrayar es el trabajo que, sin apoyo público explícito, están realizando muchos proyectos culturales, desde espacios patrimoniales recogiendo los nuevos patrimonios generados por la crisis, hasta los artistas y gestores que con una gran imaginación crean nuevos productos y formatos para compartir sus expresiones culturales. También hay que destacar la labor de algunos equipos técnicos de la administración, que en sintonía con profesionales del sector y cooperando con redes de cooperación internacional, elaboran y/o difunden guías prácticas sobre cómo gestionar este momento tan particular6. En el fondo, las políticas culturales son una responsabilidad de todos, no sólo de los políticos que temporalmente las dirigen. Cuando más participativas, transparentes y valientes sean, mucho mejor para proyectar la vida cultural y sus agentes hacia un futuro difícil, complejo, pero también lleno de oportunidades.

Una mirada hacia el futuro
Para concluir, ¿cabe esperar transformaciones relevantes a medio plazo en las políticas de apoyo público a la cultura? ¿Se dará un cambio de prioridades o incluso de paradigmas de política cultural? O, como en la crisis financiera anterior, ¿se priorizará lo más institucional o más mayoritario, con independencia de su aportación en términos de creatividad o sinergias multiplicadoras? ¡Sería una lástima!

Habría que aprovechar esta crisis para replantearse los objetivos y los indicadores de evaluación de las políticas públicas de cultura. Ante una caída drástica de la demanda, que no sólo tardará en recuperarse, sino que probablemente lo hará con una estructura de gasto cultural familiar diferente, hay que plantearse una pregunta entrelazada: ¿qué tipo de ayuda es más eficaz para lograr qué objetivos específicos? Y ello, en un contexto general de retroceso de los derechos personales que hace que sea aún más crucial relegitimar una acción cultural pública centrada en defender los derechos culturales (pues en muchos países crece la deriva autoritaria y aumenta el apoyo popular hacia partidos populistas, con una agenda contraria a las bases de la democracia liberal)7.

Si la crisis ha demostrado que las expresiones culturales son vitales para acompañar y generar sentimiento comunitario en momentos de angustia, de introspección y de distanciamiento social, tal vez haya que reforzar esta visión. Profesionales, amateurs y audiencias deben poder compartir desde su experiencia y sensibilidad particular, expresiones y vivencias culturales enriquecedoras para todos. Esto pasa por repensar los parámetros habituales de evaluar las políticas culturales. Quizá no hay que maximizar audiencias o buscar sólo la excelencia artística, sino dejar que profesionales comprometidos con esta dimensión social desarrollen con el máximo de interacción ciudadana sus proyectos. Existen experiencia de evaluación más holísticas (como las auditorías estratégicas del CoNCA) pero hay que mejorarlas y generalizarlas, aprender de la experiencia internacional,8 y contar con un observatorio cultural realmente independiente. El sector cultural debe abandonar la mirada endogámica y la actitud de agravio permanente para sentarse con los responsables públicos, y escuchar conjuntamente lo que una sociedad plural reclama. En resumen, para construir conjuntamente una política cultural menos centrada en garantizar los propios intereses o sueños, y más focalizada en emancipar al ciudadano y apoderar el creador.


PD. Agradezco la lectura crítica de Àngel Mestres.
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1 El gasto en personal y en compras de bienes y servicios del conjunto de administraciones públicas españolas representó el año 2017 el 66% del presupuesto total; en un contexto donde muchas transferencias a terceros (el 23% del total) o a inversión terminan en organismos autónomos de titularidad pública, con lo que se dedican muy pocos recursos a incentivar las iniciativas del sector empresarial y de la sociedad civil.
2 Por ejemplo, las ayudas únicas de 300€ del Ayuntamiento de Barcelona a los autónomos que han tenido de cerrar su negocio o que sufren una caída del 75% de sus ingresos. Teniendo en cuenta que también la administración central y el gobierno catalán (al igual que otros gobiernos autonómicos) han aprobado medidas similares, pero con requisitos y canales de solicitud distintos, el esfuerzo de gestión por parte de las propias administraciones y de los beneficiarios es desproporcionada en relación a las partidas de gasto previstas.
4 Las industrias del libro y del audiovisual son las principales receptoras de las transferencias al sector privado de la administración central española, sectores que cuentan asimismo con substanciosos beneficios fiscales.
5 Más allá de las propuestas de los programas universitarios en gestión cultural (como el de la Universidad de Barcelona), han nacido muchas propuestas formativas. Solo centrado en Cataluña, recomiendo a modo de ejemplo, Escena PRO, una comunidad digital de aprendizaje impulsado desde Plataforma/C, las charlas abiertas en Internet del sector de la música Monkey Week SON o las jornadas EXIT de la Nau Ivanow.
6 Con ejemplos que abarcan todos los campos culturales, desde los webinars organizados por la OCDE a la guía traducida por Ibermuseos sobre como gestionar museos y colecciones del Australian Institute for the Conservation of Cultural Material (AICCM) y Blue Shield Australia, el documento para las artes escénicas publicado por IETM, o el bien documentado informe de On the move y CircoStrada.
7 Con unas políticas culturales tendenciosas pero en general bien dotadas (los dos países de la UE que más han incrementado su presupuesto cultural son justamente Hungría y Polonia).

8 Por ejemplo, la evaluación cualitativa puesta en marcha por el Arts Council de Inglaterra, más allá de la controversia que su obligatoriedad provoca, o la experiencia francesa de bibliotecas públicas.

Reflexions sobre l'impacte del COVID-19 en la cultura (5): per una nova agenda de política cultural

Davant l’emergència i greu situació del sector cultural, avui més que mai, és imprescindible disposar d’unes polítiques governamentals valentes, amb coneixement de la realitat local, visió estratègica a curt, mig i llarg terme, i empatia envers el conjunt d’agents implicats. La seva missió ha de consistir, fonamentalment, en:
  • acompanyar uns professionals i unes organitzacions al llindar de la fallida;
  • salvaguardar aquelles experiències més fràgils i al mateix temps més rellevants pel paisatge cultural post-crisi;
  • donar suport aquells projectes o institucions amb major capacitat multiplicadora i sinèrgica envers el sistema cultural;
  • enfortir els processos de resiliència de ciutadania, entitats i profession.
Per què han de ser també valentes? Per que és imprescindible prioritzar, també arriscar, i això no agradarà als agents de sectors, formats o activitats més convencionals o no prioritàries. Tradicionalment, la majoria de governs tendeixen a concentrar els recursos en els equipaments i projectes de titularitat governamental1 (aquells que històricament han acabat formant part de la seva responsabilitat directa, sense que això respongui necessàriament a necessitats o demandes actuals). I, pel que fa al suport a iniciatives de tercers, s’opta preferentment per la repartidora: petites ajudes a un gran nombre d’organitzacions. Distribuir uns recursos escassos a un nombre elevat de projectes no sempre té sentit. El tindria si calgués ampliar el teixit d’agents culturals i esperonar noves iniciatives, però aquest no és cas en una crisi com l’actual, i en general quan: 
  • l’ajuda és tan petita que quasi no compensa els costos d’administració de la mateixa (costos de gestió tant per part de la pròpia administració com per als receptors);
  • és reprodueix un ecosistema desequilibrat (reben més els territoris i els subsectors amb més iniciativa i més capacitat de presentar propostes alineades amb els paràmetres de les convocatòries) enlloc d’ajudar preferentment allí on hi ha més dèficits;
  • l’activitat es farà de totes maneres i no depèn del suport governamental; és a dir, quan el diner públic no incentiva sinó que tan sols comporta uns ingressos addicionals.
Pel que fa al gruix del pressupost cultural públic, aquest se centra en el personal i les activitats dels museus, mitjans de comunicació, biblioteques, teatres o centres culturals de titularitat governamental. Molts d’ells, però malauradament massa pocs, compleixen una missió redistribuïdora fonamental a escala territorial o sectorial, ja que la iniciativa privada lucrativa se centra en les grans metròpolis o en la producció cultural de masses, abandonant les expressions més locals (de mercat petit, no competitiu, però que ens permeten ser qui som i reinventar les arrels) o que requereixen esforços cognitius més grans (fruit de processos creatius o patrimonials complexos o innovadors). Ara bé, sovint aquest paper supletori no es fa amb suficient eficiència, be perquè el perfil i dimensió dels equipaments no és adequat per maximitzar les sinergies o per treure profit d’uns actius immobilitzats desaprofitats (museus sense quasi personal i una museografia antiquada, teatres amb un nombre de funcions baixíssim, biblioteques que no poden competir amb l’oferta digital disponible ...). Sovint perquè primen altres objectius, com uns mitjans de comunicació públics o unes polítiques de programació i preus dels equipaments al servei d’estratègies partidistes, clientelars. 

Finalment, perquè no ha existit una política d’incentius, reciclatge i mobilitat del personal a càrrec; un recurs humà molt desaprofitat, dedicat massa sovint a tasques administratives i no de disseny i esperonament de l’activitat del teixit social. Quan una política es deixa en mans, únicament, del compromís voluntariós d’uns pocs, aquesta no arriba massa lluny. I és una llàstima perquè malgrat les retallades disposem d’infraestructures i professionals potencialment prou bons. I, addicionalment, donada la seva estabilitat institucional seran els que podran aguantar millor l’embat d’aquesta nova crisi. Nogensmenys, cal superar rigideses normatives en la tramitació administrativa ja que frenen una resposta eficient, qüestió sagnant en un moment particularment greu com l’actual.

Ara bé, si mirem el gruix de les estratègies de política cultural, aquelles que es poden llegir en el detall dels pressupostos públics (oblideu-vos dels grans discursos retòrics o dels focs d’artifici de promeses evanescents), no hi ha hagut canvis substancials entre la primera i la segona dècada del segle XXI. Com pot ser això si tantes coses han canviat en aquest lapse de temps? La crisi de 2008 va implicar una reducció brutal dels recursos disponibles, recursos que no s’han recuperat deu anys després (a Espanya la despesa cultural pública del conjunt d’administracions públiques de 2017 estava encara a un 72% de la de 2008). Però les retallades no varen respondre a una estratègia reflexionada sinó que es varen salvar les activitats que tenien menys costos polítics o comptables, els projectes més institucionalitzats, amb personal funcionari, o com a molt aquelles activitats amb més capacitat de mobilització social. En paral·lel varen créixer moltes iniciatives i projectes, particularment flexibles, fràgils o intensius en el temps –com per exemple els festivals –, activitats que ara patiran particularment.

Per això és necessari que la política cultural que es dissenyi tingui una mirada estratègica. En aquest sentit, qui, què i com cal prioritzar davant d’una crisi inesperada, profunda i que ens ha agafat sense estar preparats? No és fàcil respondre a aquesta pregunta ja que no disposem de prou informació –malgrat el gran nombre d’enquestes d’urgència realitzades durant el darrer mes i mig (malauradament no totes metodològicament correctes)– per fer una diagnosi acurada de la situació per territoris, sectors, formats i tipologies d’agents. El que està clar és que no s’haurien de tornar a repetir els errors de la gestió de la crisi de 2008, ja que hauríem d’haver après de l’experiència i perquè el sector cultural arribar més afeblit que en aquell moment.

Anàlisi crítica de les mesures governamentals implementades fins ara
Les mesures que s'han pres fins ara per pal·liar els efectes de la crisi, com ara els préstecs avalats pel govern, l'exempció o endarreriment en els terminis de pagament d'alguns impostos, els ERTO (expedients de regulació temporal d’ocupació), així com algunes ajudes a fons perdut o subvencions extraordinàries, no només són insuficients sinó que sovint estan mal adaptats a la realitat del sector cultural. De tots ells, el que està sent més efectiu (especialment per a les organitzacions de menys de 50 treballadors) són els ERTO, però caldria allargar-los passat l’estat d’alarma perquè en molts casos no se’ls permetrà obrir fins molt més endavant i per facilitar la reincorporació gradual dels treballadors, ja que l’activitat econòmica i el consum es recuperaran lentament. En canvi, els ajuts directes són en la majoria de casos d’imports massa reduïts pels tràmits burocràtics que impliquen2. Ara bé, en tots dos casos, són mesures per aturar el cop inicial, no per encarar el retorn a l’activitat ni per preparar-se per un futur incert.

En aquest sentit és interessant escoltar les demandes dels membres del Consell de cultura de Barcelona: "necessitem un gran pla per al sector cultural, un pla que assenti unes bases noves i sòlides per a la vida cultural de la propera dècada i que eviti els errors del passat" 3. I, al costat d’això, demanen mesures concretes: “incrementar les ajudes proposades per les institucions públiques, aportar liquiditat a les empreses –més que préstecs, calen fons no reintegrables–, habilitar un mecanisme de suport a les empreses privades i entitats semipúbliques, així com a professionals autònoms –un fons de suport ad hoc disponible durant un període més o menys llarg–, i finalment agilitzar els processos administratius per fer front a la urgència de la situació”. Aquest darrer requeriment és molt important ja que l’administració sovint està més centrada en evitar algun trampós sense tenir en compte l’enorme malbaratament de recursos propis i aliens que implica complir amb procediments administratius poc eficients, que malauradament tampoc eviten la trampa.

Una altra qüestió que cal analitzar és el volum i l’eficàcia de l’ajuda financera governamental, a curt, mig i llarg termini. En relació al volum de l’ajuda, aquest depèn de la capacitat financera de cada govern, lligat al seu nivell d’endeutament previ, la capacitat per poder-se endeutar més (que depèn de la confiança dels potencials creditors) i de les prioritats governamentals sobre quins sectors i agents mereixen rebre aquestes ajudes. A la majoria de països llatinoamericans, la capacitat d’endeutament és limitada i la cultura no es considerada una prioritat pels dirigents polítics i econòmics centrats en altres sectors. Tot i això, s’observen diferències enormes de sensibilitat i d’estratègies entre els diferents països (veure, per exemple, el recull realitzat per l’OEI amb les iniciatives dels governs iberoamericans, el del Compendium de polítiques culturals o de KEA a escala europea, o a nivell mundial posant el focus en la mobilitat d’artistes realitzat per On the move i CircoStrada, entre molts d’altres).

A Europa tindrem una gran injecció de liquiditat per part del Banc Central Europeu, però no sabem encara com es distribuirà per sectors, tipologies d’agents i en última instància, nivells de govern. El com es faci marcarà l’eficiència i l’eficàcia del paquet de mesures de suport a la cultura. A Espanya la cultura no és una prioritat governamental, tal com la primera reacció del ministre del ram va deixar clar. A més, l’anàlisi de la gestió de la crisi de 2008 no genera gaires esperances. L’administració central va acaparar la major part dels recursos disponibles, ofegant les comunitats autònomes que havien de fer front al cost de les despeses en sanitat i educació, i limitant la capacitat de despesa dels ens locals endeutats en les competències essencials (que no incloïen cultura). Tanmateix, són aquests darrers els que han liderat la despesa en cultura, incrementant en quasi 10 punts percentuals el seu pes en la despesa cultural total de les administracions públiques espanyoles (del 54,8% el 2008 al 64,2% el 2017). Així, doncs, si la liquiditat arriba als ajuntaments hi ha una certa esperança de comptar amb recursos reals per reactivar el sector, tal com molt bé expliquen Àngel Mestres i Oriol Martí en un escrit recent al blog de Trànsit projectes. Ja que si els recursos excepcionals posats a disposició acaben fonamentalment en mans de l’administració central, el seu impacte en el teixit cultural serà molt més baix i centrat en les grans empreses del sector4 (a no ser, vana esperança, que es crees un projecte descentralitzat d’art públic, com el New Deal del president Roosevelt durant la Gran Depressió, tal com el Cultura/s de la Vanguardia deixa suggerir!). Pel que respecta a les comunitats autònomes, amb l’excepció basca i navarresa pel seu estatus fiscal especial, estaran tan endeutades cobrint la despesa sanitària i en serveis socials que serà difícil que incrementin els seus pressupostos culturals (malgrat que la Generalitat aporta el 24% del pressupost cultural del conjunt de CCAA).

Pel que fa al suport indirecte al teixit empresarial (avals, préstecs, rebaixes fiscals ...), si els diners es queden en les grans empreses i no arriben als petits operadors, aquest darrers amb menys recursos per aguantar la crisi acabaran desapareixent, i amb ells la riquesa, diversitat i flaire local de les expressions culturals. Pel que fa a les famílies, caldrà veure en quina proporció els recursos arriben a les classes populars (molt necessitades i que per tant els destinaran fonamentalment a subsistència), a les classes mitjanes (els principals consumidors culturals) o només nodreixen les butxaques dels més rics (que potser aprofitaran l’abundor da liquiditat per invertir en propietats immobles i bens culturals a preu de saldo).

Vers un canvi de valors
Més enllà dels recursos econòmics, saber escoltar, acompanyar i assessorar assertivament són valors claus, especialment importants en moments d’incertesa com els actuals. Cal fer-ho, no obstant, amb el màxim respecte, coratge i empatia possibles. El fet d’acompanyar no ha de ser incompatible amb prendre decisions difícils, valentes, com per exemple prioritzar els recursos cap aquelles activitats més necessàries per assegurar una vida cultural plena un cop passada la pandèmia, o amb més probabilitat de supervivència. Ara bé, malgrat saber que moltes organitzacions i projectes hauran de tancar, amb efectes greus per a la supervivència econòmica de molts professionals, no es pot condemnar d’entrada sense estudiar el diferent grau de resiliència de cada organització. I això passa per la proximitat; és a dir, pel tan repetit i no sempre ben aplicat principi de subsidiarietat. Quan més a prop d’un projecte, dels seus professionals i de la comunitat de referència, més fàcil és estimar els potencials i les necessitats, i així adaptar localment el ventall d’instruments polítics, financers i de suport disponibles. Compartir informació sobre estratègies i instruments a escala nacional i internacional és extremadament útil, però la seva adaptació ha de ser regional i local. Un dels grans errors de la mentalitat tecnocràtica és pensar que una teràpia homogènia, tractar a tothom per igual, comporta eficàcia i equitat.

Una altra forma d’acompanyar és la informació i la formació. Ambdós instruments són claus per ajudar als professionals a prendre les seves pròpies decisions, compartint diagnosis i possibles estratègies. Ara bé, estem aprofitant suficientment els moments actuals d’aturada de les activitats per formar i generar tallers de reflexió i intercanvi per tal que els professionals dissenyin les seves estratègies per a les diferents etapes que venen? Per exemple, per dissenyar espais o activitats culturals COVID-Free que generin confiança a les audiències i als treballadors, o per un retorn financerament i humana responsable i viable? Estan apareixent força experiències independents,5 però falta un suport públic més explícit.

Un aspecte que pot ser rellevant és acompanyar amb informació i assessorament sobre les oportunitats en el mercat internacional. Malgrat que la recessió econòmica és global, els països del Nord d’Europa es recuperaran abans que els del Sud, tant pel menor impacte inicial de la pandèmia com per la major capacitat adquisitiva de les seves audiències i la generositat dels seus pressupostos culturals. En canvi, les perspectives del mercat llatinoamericà o africà no són optimistes, així com tampoc s’espera gaire dinamisme en els programes de cooperació cultural internacional, ni en l’ajuda al desenvolupament, donat el replegament domèstic i la priorització envers la crisi sanitària i alimentària.

Val la pena subratllar la feina que, amb independència de cap política explícita, estan realitzant molts projectes culturals, en particular aquells que afavoreixen i coordinen les iniciatives dels seus professionals, des d’espais patrimonials que estan recollint el nou patrimoni fruit d’aquesta crisi, fins als artistes i gestors que amb una gran imaginació estan creant nous productes i formats de compartir les expressions culturals. També cal destacar la labor d’alguns equips tècnics de l’administració, que en sintonia amb professionals del sector i cooperant amb xarxes de cooperació internacional, estan elaborant o difonent guies pràctiques sobre com gestionar aquest moment tan particular6. En el fons, les polítiques culturals són una responsabilitat de tots, no només dels polítics que temporalment les dirigeixen. Quan més participatives, transparents i valentes siguin, molt millor per tal de projectar la vida cultural i els seus agents cap a un futur difícil, complex però també ple d’oportunitats.

Una mirada cap al futur
Per concloure, cal esperar transformacions rellevants a mig terme en les polítiques de suport públic a la cultura? Hi haurà un canvi de prioritats o fins i tot de paradigmes de política cultural? O, com en la crisi financera anterior, es prioritzarà allò més institucional o més majoritari, amb independència de la seva aportació en termes de creativitat o sinergies multiplicadores? Seria una llàstima!

Caldria aprofitar aquesta crisi per replantejar-se els objectius i els indicadors d’avaluació de les polítiques públiques de cultura. Davant d’una caiguda dràstica de la demanda, que no només tardarà a recuperar-se sinó que probablement ho farà amb una estructura de la despesa cultural familiar diferent, cal plantejar-se una pregunta entrellaçada: quin tipus d’ajuda és més eficaç per assolir quins objectius específics? I això, en un context general de retrocés dels drets personals (en molts països creix la deriva autoritària i augmenta el suport popular cap a partits amb una agenda populista, contraris a les bases de la democràcia liberal) que fa que sigui encara més crucial relegitimar una acció cultural pública centrada en defensar els drets culturals.7

Si la crisi ha demostrat que les expressions culturals són vitals per acompanyar i generar sentiment comunitari en moments d’angoixa, d’introspecció i de distanciament social, potser cal reforçar aquesta visió. Professionals, amateurs i audiències han de poder compartir des de las seva experiència i sensibilitat formes d’expressió i de vivència culturals enriquidores. Això passa per repensar els paràmetres habituals d’avaluar les polítiques culturals. Potser no cal maximitzar audiències o prioritzar només l’excel·lència artística, sinó deixar que professionals compromesos amb aquesta dimensió social desenvolupin nous projectes amb el màxim d’interacció. Existeix alguna experiència incipient (com les auditories del CoNCA) però cal millorar-les i generalitzar-les, aprenent de l’experiència internacional,8 tot comptant amb un observatori cultural independent. El sector cultural ha d’abandonar la mirada endogàmica i l’actitud de greuge permanent per seure amb els responsables públics i escoltar el que la societat els demana. En resum, per construir conjuntament una política cultural menys centrada en garantir els propis interessos o somnis, i més focalitzada a emancipar el ciutadà i a apoderar el creador.

PD. Agraeixo la lectura crítica d’Àngel Mestres.
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1 La despesa en personal i en compres del conjunt d’administracions públiques espanyoles es va endur l’any 2017 el 66% del pressupost total, i això que moltes transferències a tercers (el 23% del total) i les inversions són a organismes autònoms de titularitat pública, amb el que es dediquen molt pocs recursos a incentivar les iniciatives del sector empresarial i de la societat civil.
2 Per exemple, els ajuts únics de 300€ per part de l’Ajuntament de Barcelona als autònoms que hagin tingut de tancar el negoci o amb una caiguda d’un 75% dels ingressos. Tenint en compte que també l’administració central i el govern català han aprovat mesures similars, però amb requisits i canals de sol·licitud diferents, l’esforç de gestió per part de les administracions i dels beneficiaris és desproporcionat en relació a les partides que si destinen.
4 La indústria del llibre i de l’audiovisual són els dos únics àmbits amb importants transferències al sector privat per part de l’administració central, que compten també amb substanciosos beneficis fiscals.
5 Més enllà del que estem fent els programes universitaris en gestió cultural, han nascut propostes com https://plataformac.com/escena-pro/, www.lavanguardia.com/local/sevilla/20200427/48762315464/monkey-week-son-propone-charlas-abiertas-en-internet-para-analizar-la-situacion-del-sector-de-la-musica.html o EXIT de la Nau Ivanow, per només citar-ne algunes a Catalunya.
Amb exemples que engloben tots els camps culturals, des de webinars organitzats per la OCDE o altres organitzacions internacionals, a la guia traduïda per Ibermuseos sobre com gestionar museus i col·leccions de l’Australian Institute for the Conservation of Cultural Material (AICCM) i Blue Shield Australia, el document per les arts escèniques publicat per IETM, o el ben documentat informe de On the move i CircoStrada.
7 Els dos països de la UE que més han incrementat el seu pressupost cultural són Hongria i Polònia, caracteritzat per ser governats per aquest tipus de força política.
8 Per exemple, l’avaluació qualitativa engegada per l’Arts Council d’Anglaterra, malgrat la controvèrsia existent, o l’experiència francesa en biblioteques públiques.




Reflexiones sobre el impacto del COVID-19 en la cultura (4): las organizaciones culturales

El efecto del coronavirus en las organizaciones culturales debe analizarse tanto desde el punto de vista del producto que ofrecen, de la organización interna de entidades y empresas (su modelo de negocio, de ingresos y gastos, y de ahorro y endeudamiento), así como del mercado que proveen. En este sentido, el flujo y capacidad adquisitiva de la demanda, el valor simbólico aportado a los financiadores externos y la tipología de los proveedores son aspectos relevantes a considerar. Hay que tener en cuenta que las organizaciones culturales proveen no sólo a los consumidores finales, sino también a muchos agentes intermedios, culturales o de otros sectores (turístico, educativo, ocio ...) que les compran sus servicios. Así, pues, para analizar el efecto económico a las entidades y empresas culturales hay que valorar el conjunto del ecosistema y evaluar la situación en las diferentes etapas temporales en que se desarrollará la crisis del COVID-19.

En este sentido, es necesario diferenciar 3 grandes etapas:
  • El período de confinamiento de buena parte de la población con el cierre de todos los equipamientos culturales y de los procesos de producción artística, pedagógicos o expositivos en curso, con lo que implica de parada de la facturación y de cambio de hábitos culturales.
  • El período de desconfinamiento progresivo, que no será total hasta la generalización de la vacuna. Esta etapa de anormalidad vendrá marcada por una gran crisis económica y una ingente reducción de la demanda cultural
  • El período de retorno progresivo a la normalidad, con un sector público endeudado y empobrecido, y la desaparición de un buen número de organizaciones culturales.


Durante la primera etapa, todos los equipamientos y comercios culturales están cerrados, y buena parte de los servicios trabajan bajo mínimos. Este cierre de puertas implica la reducción a cero de los ingresos directos: ventas de productos y entradas, inscripciones para actividades educativas o especiales, y rendimientos asociados a las ventas de las tiendas, restauración o alquileres de espacios, entre otros. De momento los recursos provenientes de la aportación o subvención pública se mantienen, pero no compensan la pérdida de ingresos directos (y el escenario cara al 2021 se prevé oscuro). Al paro de la actividad y de la facturación se le añade la necesidad de abonar obligaciones pendientes o gastos fijos corrientes (alquileres, salarios, impuestos, suministros, intereses o retornos de préstamos ...). Este hecho genera grandes problemas de tesorería, muy en particular en las pequeñas y medianas organizaciones culturales sin ahorros o capacidad de acceso rápido a los descuentos bancarios. En este sentido, muchas de las ayudas gubernamentales excepcionales decretadas para ayudar al tejido empresarial se adaptan mal o llegan demasiado lentas -por colapso administrativo y exceso de burocracia - a un sector cultural por naturaleza bastante precario.

Durante la segunda etapa, el factor más arduo y a la vez más complejo de evaluar es la reducción del consumo cultural. Hay que tener en cuenta, que el gasto familiar en ocio y cultura estaba situado en 2017 un 23,8% por debajo del de 2008, lejos de recuperar en nivel previo a la crisis financiera, mientras que el gasto familiar medio estaba sólo un 8,1 % por debajo del nivel pre-crisis (Fuente: Encuesta española de presupuestos familiares). ¿Continuará creciendo el diferencial ante una crisis que tendrá una caída más acentuada pero en que la recuperación será probablemente más rápida? ¡Difícil de predecir! Ahora bien, es evidente que los principales ámbitos afectados serán el espectáculo en vivo, los festivales, y la actividad artística y patrimonial ligada a los flujos turísticos; pero estos no serán los únicos ámbitos perjudicados. Un dato preocupante ha sido la noticia que ya desde las primeras semanas de confinamiento, plataformas como spotify han visto caer sus suscripciones Premium en España en un 30%. Mucha gente, previendo la caída de ingresos, se apresuró a reducir aquellos gastos consideradas menos necesarias. Probablemente, la tendencia se acentuará en la medida que la tasa de desempleo aumente y los ingresos familiares caigan aún más en los próximos meses.

En este segundo periodo, las organizaciones culturales no verán recuperar los ingresos directos ya que, en su gran mayoría, no podrán abrir; bien porque lo tendrán prohibido (equipamientos con grandes aforos o actividades multitudinarias), bien porque el formato con distanciamiento social en que deberán ofrecer sus servicios, sumado a la débil demanda, generará gastos superiores a los ingresos y, por tanto, no será económicamente rentable. Al mismo tiempo, el patrocinio empresarial habrá caído a mínimos ya que las empresas orientarán su gasto en comunicación a la publicidad directa. También los donativos filantrópicos caerán, tanto en términos absolutos como relativos. A nivel absoluto dada la pérdida patrimonial de las grandes y medianas fortunas, y la reducción de la capacidad de ahorro entre las clases medias y bajas. Y, en términos relativos, ya que los recursos disponibles para filantropía se orientarán preferentemente hacia los proyectos sanitarios, sociales o de investigación asociada a la pandemia, dejando de lado las artes y el patrimonio. Otra cuestión es cómo se gestionará el distanciamiento social en las prácticas culturales hasta que la generalización de la vacuna u otras formas de distinción social para asegurar la no infección. No en todos los casos será posible.

A nivel interno, una cuestión preocupante es el efecto en los profesionales y en las entidades con las que solíamos colaborar. En algunas instituciones las prioridades sobre qué puestos de trabajo se mantienen y cuáles se sacrifican serán ambivalentes. Por un lado, muchos responsables de recursos humanos propondrán cargarse los empleos menos consolidados, con menores costes de despido. Por el otro, los directivos más clarividentes querrán mantener el personal clave para alcanzar la misión de la organización a medio plazo, aquellos que permiten conservar unos saberes y un know how único, no fácil de recuperar cuando la pandemia haya pasado. Esta ambivalencia también se dará en la relación entre organizaciones. ¿Qué proveedores o actividades subcontratadas son vitales para el ecosistema cultural de un territorio o sector? ¿Abandonaremos a su suerte profesionales y organizaciones mientras mantenemos actividades o personal interno menos trascendente?

En este sentido, es preocupante la desorientación, descoordinación y falta de visión estratégica de muchos directivos del sector cultural. Es evidente que puede ser justificable dada la enorme dimensión, el alcance global, la imprevisibilidad y la falta de experiencia previa. Sin embargo, sus consecuencias son graves. Pasadas las primeras semanas de sorpresa, muchos festivales o grandes eventos multitudinarios aún dudan entre retrasar unos meses la celebración o cancelar la edición y dejarlo para el próximo año. Por su parte, algunos equipamientos emblemáticos han anunciado su programación para el último trimestre del año sin tener claro si la audiencia los acompañará o si habrá que reprogramar todo dentro de un par de meses, cuando el panorama sea más despejado.
En el campo del libro, por ejemplo, más allá del retraso al 23 de julio de la fiesta de Sant Jordi (y a la espera de conocer si las estrategias para este anómalo 23 de abril funcionan) observamos dudas y estrategias contradictorias por parte de agentes clave: libreros, editoriales o responsables gremiales. Teniendo en cuenta las enormes asimetrías de recursos entre grandes grupos y pequeñas empresas (y de inversión previa en la distribución digital), probablemente el resultado final será el cierre de muchas librerías y editoriales independientes. En este sentido, recomiendo el análisis prospectivo del sector de DosDoce. Sin duda, en toda esta desorientación se echa en falta una estrategia gubernamental decidida de acompañamiento del sector. Algunos países han sabido gestionar y acompañar mejor que otros los respectivos sectores culturales. No es casual que hayan sido países con una mayor conciencia de la aportación de la cultura a la vida nacional, o aquellos con experiencia previa de la crisis del SARS 1 (Corea del Sur, Taiwán o Singapur).

Ante una situación sin precedentes, la estrategia más adecuada en mi opinión es la prueba-error, con capacidad de corrección rápida, así como la observación de las estrategias y resultados de otros ámbitos o territorios. Asimismo, la experiencia muestra que sobreviven aquellas organizaciones que saben adaptarse velozmente a los cambios de paradigma ya las nuevas demandas social, dando valor a los propios activos (a través de su rápida difusión y distribución digital y avanzándose a la reacción de otros agentes). Esto es más fácil de hacer en organizaciones flexibles, poco jerárquicas, con liderazgos cooperativos donde se comparten las iniciativas y los aprendizajes.

Finalmente, a pesar de que es difícil saber qué pasará durante la tercera etapa, una vez la vacuna se generalice, hay algunas suposiciones que parecen bastante verosímiles. Se habrá reducido el número de organizaciones culturales, en particular habrán desaparecido aquellas productoras, compañías, festivales y empresas de servicios culturales o de utillaje menos ancladas institucionalmente, poco flexibles, con recursos escasos o con débil capacidad de reacción. Evidentemente, aquellas que habían invertido o diversificado en distribución digital, con profesionales adaptables y capacidad de iniciativa lo tienen un poco más fácil. Los equipamientos - en particular aquellos que cuentan con apoyo público estable - habrán tenido más probabilidades de sobrevivir (bibliotecas, museos, archivos, centros culturales polivalentes, teatros estables). Ahora bien, ¿habrán sido capaces de aprovechar este tiempo para reinventarse, lograr sinergias con otros proyectos -por ejemplo, los de salud - y hacerse necesarios a la comunidad? Por el camino desaparecerán un número no despreciable de librerías, cines, residencias artísticas o incluso espacios expositivos y patrimoniales. Si durante la segunda etapa algunos programadores han optado por propuestas de proximidad, por creación km. 0, habrá que ver si esto sólo era un espejismo de buena voluntad del segundo semestre de 2020, o si tendrá continuidad. En este sentido, cabe preguntarse, ¿qué papel seguirá teniendo el mercado y el circuito internacional? Con respecto al flujo importador puede ser visto como un competidor importante pero también una ventana a influencias, intercambios y a la creatividad internacional. Y, en sentido opuesto, una fuente imprescindible de ingresos para muchas compañías y productoras que no podrían sobrevivir en un mercado nacional demasiado reducido.

Una consecuencia previsible es una mayor concentración empresarial, que quizás permitirá la consolidación de alguna empresa más competitiva y grande (veremos si local o de alcance multinacional). También es previsible el surgimiento de multitud de nuevas iniciativas y proyectos -la creatividad humana es imparable -, ya que el cambio de paradigma permitirá emerger nuevos formatos y modelos de producción y negocio. Sería necesario, sin embargo, un buen acompañamiento de políticas públicas. Por ello, dedicaré la próxima reflexión a analizar las políticas gubernamentales de apoyo al sector y en la vida cultural.

Finalmente, me gustaría terminar con una mirada más optimista. Estoy convencido de que la crisis permitirá reorientar radicalmente organizaciones que, quizá sin este choque, no habrían hecho las reformas o cambios estructurales necesarios para pasar de etapa, ni habrían decidido colaborar más entre ellas y con otros sectores. Evidentemente, son necesaria ciertas condiciones para ello: flexibilidad para reducir inicialmente el tamaño y, en el momento oportuno, para volver a incrementarlo, adecuándola a la nueva estrategia; disponer de cierto nivel de recursos humanos y financieros; y una mínima liquidado para aguantar el golpe inicial y para hacer las inversiones necesarias posteriores.

Reflexions sobre l'impacte del COVID-19 en la cultura (4): les organitzacions culturals

L’efecte del COVID-19 en les organitzacions culturals cal analitzar-lo des del punt de vista del producte que ofereixen, de l’organització interna d’entitats i empreses (el seu model de negoci, d’ingressos i despeses, i d’estalvi i endeutament), així com del mercat què proveeixen. En aquest sentit, el flux i capacitat adquisitiva de la demanda, el valor simbòlic aportat als finançadors externs, i la tipologia dels proveïdors, són aspectes rellevants a considerar. Cal tenir en compte que les organitzacions culturals proveeixen no només als consumidors finals, sinó també a molts agents intermedis, culturals o d’altres sectors (turístic, educatiu, oci ...) que els compren els seus serveis. Així, doncs, per analitzar l’efecte econòmic a les entitats i empreses culturals cal tenir en compte el conjunt de l’ecosistema i avaluar la situació en les diferents etapes temporals en que es desenvoluparà la crisi del COVID-19.  

En aquest sentit, cal diferencia 3 grans etapes:
  • El període de confinament de bona part de la població amb el tancament de tots els equipaments culturals i dels processos de producció artística, pedagògics o expositius en curs, amb el que implica d’aturada de la facturació i de canvi d’hàbits culturals.
  • El període de desconfinament progressiu, que no serà total fins a la generalització de la vacuna. Aquesta etapa d’anormalitat vindrà marcada per una gran crisi econòmica, amb una enorme reducció de la demanda cultural.
  • El període de retorn progressiu a la normalitat, amb un sector públic endeutat i empobrit, i la desaparició d’un bon nombre d’organitzacions culturals.
Durant la primera etapa, tots els equipaments i comerços culturals estan tancats, i bona part dels serveis treballen sota mínims. Aquest tancament de portes implica la reducció a zero dels ingressos directes: vendes de productes i entrades, inscripcions per activitats educatives o especials, i rendiments associats a les vendes de les botigues, restauració o lloguers d’espais, entre altres. De moment els recursos provinents de l’aportació o subvenció pública es mantenen però no compensen la pèrdua d’ingressos directes (i l’escenari pel 2021 es preveu fosc). A l’aturada de l’activitat i de la facturació se li afegeix la necessitat d’abonar obligacions pendents o despeses fixes corrents (lloguers, salaris, impostos, subministres, interessos o retorns de préstecs ...). Aquest fet genera grans problemes de tresoreria, molt en particular en les petites i mitjanes organitzacions culturals sense estalvis o capacitat d’accés ràpid als descomptes bancaris. En aquest sentit, moltes de les ajudes governamentals excepcionals decretades per ajudar al teixit empresarial s’adapten malament o arriben massa lentes –per col·lapse administratiu i excés de burocràcia –, a un sector cultural per natura força precari.

Durant la segona etapa, l’element més greu i alhora més complex d’avaluar és la reducció del consum cultural. Cal tenir en compte, que la despesa familiar en oci i cultura estava situada el 2017 un 23,8 % per sota de la de 2008, lluny de recuperar en nivell previ a la crisi, mentre que la despesa familiar estava només un 8,1 % per sota (Font: Enquesta espanyola de pressupostos familiars). Continuarà creixent el diferencial, davant una crisi que tindrà una caiguda més accentuada però en que la recuperació serà probablement més ràpida? Difícil de predir! Ara bé, és evident que els principals àmbits afectats seran l’espectacle en viu, l’activitat artística i patrimonial lligada als fluxos turístics i els festivals, però aquests no seran els únics àmbits perjudicats. Una dada preocupant ha estat la notícia que ja des de les primeres setmanes de confinament, plataformes com spotify han vist caure les seves subscripcions Premium a Espanya en un 30%. Molta gent, preveient la caiguda d’ingressos, es van afanyar a reduir aquelles despeses considerades menys necessàries. Probablement, la tendència s’accentuarà en la mesura que la taxa d’atur augmenti i els ingressos familiars caiguin encara més en els propers mesos.

En aquest segon període, les organitzacions culturals no veuran recuperar els ingressos directes ja que, en la seva gran majoria, encara no podran obrir: be perquè ho tindran prohibit (equipaments amb grans aforaments o activitats multitudinàries), be perquè el format amb distanciament social en que hauran d’oferir el servei, sumat a la feble demanda, generarà despeses superiors als ingressos i, per tant, no serà econòmicament rendible. Al mateix temps, el patrocini empresarial haurà caigut a mínims ja que les empreses orientaran la seva despesa en comunicació envers la publicitat directa. També els donatius filantròpics cauran, tant en termes absoluts com relatius.  A nivell absolut donada la pèrdua patrimonial de les grans i mitjanes fortunes i la reducció de la capacitat d’estalvi entre les classes mitjanes i baixes. I en termes relatius ja que els recursos disponibles per a filantropia s’orientaran preferentment envers els projectes sanitaris, socials o de recerca associada a la pandèmia, deixant de banda les arts i el patrimoni. Una altra qüestió és com es gestionarà el distanciament social en les pràctiques culturals fins que la generalització de la vacuna o altres formes de distinció social per tal d’assegurar la no infecció.

A nivell intern, una qüestió preocupant és l’efecte en els professionals i en les entitats amb les que acostumàvem a col·laborar. En algunes institucions les prioritats sobre quins llocs de treball es mantenen i quins es sacrifiquen seran ambivalents. Por un costat, molts responsables de recursos humans proposaran carregar-se els llocs de treball menys consolidats, amb menors costos d’acomiadament. Per l’altre, els directius més clarividents voldran mantenir el personal clau per assolir la missió de l’organització a mig termini, aquells que permeten conservar uns sabers i un know how únic, no fàcil de recuperar quan la pandèmia hagi passat. Aquesta ambivalència també es donarà en la relació entre organitzacions. Quins proveïdors o activitats subcontractades són vitals per l’ecosistema cultural d’un territori o sector? Abandonarem a la seva sort professionals i organitzacions mentre mantenim activitats o personal intern menys transcendent?

En aquest sentit, és preocupant la desorientació, descoordinació i falta de visió estratègica de molts directius del sector cultural. És evident que pot ser justificable donada l’enorme dimensió, l’abast global, la imprevisibilitat i la manca d’experiència prèvia. Tanmateix, les seves conseqüències són greus. Passades les primeres setmanes de sorpresa, molts festivals o grans esdeveniments multitudinaris encara dubten entre endarrerir uns mesos la celebració o cancel·lar l’edició i deixar-ho per l’any vinent. Pel seu cantó, alguns equipaments emblemàtics han anunciat la seva programació pel darrer trimestre de l’any sense tenir clar si l’audiència els acompanyarà o si caldrà reprogramar-ho tot d’aquí a un parell de mesos, quan el panorama sigui més clar.

En el camp del llibre, per exemple, més enllà de l’endarreriment al 23 de juliol de la diada de Sant Jordi (i a l’espera de conèixer si les estratègies per aquest anòmal 23 d’abril funcionen) observem dubtes i estratègies contradictòries per part d’agents clau: llibreters, editorials o responsables gremials. Tenint en compte les enormes asimetries de recursos entre grans grups i petites empreses (i d’inversió prèvia en la distribució digital) probablement el resultat final serà el tancament de moltes llibreries i editorials independents que no podran resistir l’atzucac. En aquest sentit, recomano l’anàlisi publicat al Núvol o la mirada prospectiva del sector de DosDoce. Sens dubte, en tota aquesta desorientació hom troba a faltar una estratègia governamental decidida d’acompanyament del sector. Alguns països han sabut gestionar i acompanyar millor que altres els respectius sectors culturals. No és casual que hagin estat països amb una major consciència de l’aportació de la cultura a la vida nacional, o aquells amb experiència prèvia de la crisi del SARS 1 (Corea del Sur, Taiwan o Singapur).

Davant d’una situació sense precedents, l’estratègia més adequada al meu parer és la prova-error, amb capacitat de correcció ràpida, així com l’observació de les estratègies i resultats d’altres àmbits o territoris. Així mateix, l’experiència mostra que se’n surten millor les organitzacions que saben adaptar-se ràpidament als canvis de paradigma i a les noves demandes social, tot donant valor als propis actius (a través de la seva ràpida difusió i distribució digital o avançant-se a la reacció d’altres agents). Això és més fàcil de fer en organitzacions flexibles, poc jeràrquiques, amb lideratges cooperatius on es comparteixen les iniciatives i els aprenentatges.

Finalment, malgrat que és difícil saber què passarà durant la tercera etapa un cop la vacuna es generalitzi, hi ha algunes suposicions que semblen prou versemblants. S’haurà reduït el nombre d’organitzacions culturals, en particular hauran desaparegut aquelles productores, companyies, festivals i empreses de serveis culturals o d’utillatge menys ancorades institucionalment, poc flexibles, amb recursos escassos o amb feble capacitat de reacció. Evidentment, aquelles que havien invertit o diversificat en distribució digital, amb professionals adaptables i capacitat d’iniciativa ho tenen una mica més fàcil. Els equipaments – en particular aquells que compten amb suport públic estable – hauran tingut més probabilitats de sobreviure (biblioteques, museus, arxius, centre culturals polivalents, teatres estables). Ara bé, hauran estat capaços d’aprofitar aquest temps per reinventar-se, assolir sinergies amb altres projectes –per exemple els de salut – i fer-se necessaris a la comunitat? Pel camí desapareixeran un nombre no menyspreable de llibreries, cinemes, residències artístiques o fins i tot espais expositius i patrimonials. Si durant la segona etapa haurà existit una estratègia de programació que haurà primat les propostes de proximitat, per la creació km. 0, caldrà veure si això només serà un miratge de bona voluntat del segon semestre del 2020 o si tindrà continuïtat. En aquest sentit, cal preguntar-se, quin paper continuarà tenint el mercat i el circuit internacional? Pel que respecte al flux importador pot ser vist com un competidor important però també una finestra a influències, a l’intercanvi i a la creativitat internacional. I, en sentit contrari, una font imprescindible d’ingressos per a moltes companyies i productores que no podrien sobreviure en un mercat nacional massa reduït.

Una conseqüència previsible és una major concentració empresarial, que potser permetrà la consolidació d’alguna empresa més competitiva i gran (veurem si local o d’abast multinacional). També es previsible el sorgiment multitud de noves iniciatives i projectes –la creativitat humana és inaturable –, ja que el canvi de paradigma permetrà emergir nous formats i models de producció i negoci. Caldrà, tanmateix, un bon acompanyament de polítiques públiques.  Per això, dedicaré la propera reflexió a analitzar les polítiques governamentals de suport al sector i a la vida cultural.

En aquest sentit, m’agradaria acabar amb una mirada més optimista. Estic convençut que la crisi permetrà reorientar radicalment organitzacions que, potser sense aquest xoc, no haurien fet les reformes o canvis estructurals necessaris per passar d’etapa, ni haurien decidit col·laborar més entre elles i amb altres sectors. Evidentment, cal unes certes condicions per això: flexibilitat per reduir inicialment la dimensió i per incrementar posteriorment tot adequant-la a la nova estratègia; uns certs recursos estalviats i una mínima liquidat per aguantar el cop inicial i per a fer les inversions necessàries posteriors.

Reflexions sobre l'impacte del COVID-19 en la cultura (3): els professionals culturals


Quins efectes tindrà la crisi associada al coronavirus en els professionals culturals? Sense por d'errar, sabem que seran profunds per a pràcticament tots ells. Si la crisi financera de l'any 2008 va segar el futur professional de molts artistes, intèrprets, llibreters, galeristes o crítics d'art, només per citar algunes de les tantes professions culturals, l'aturada inicial causat pel COVID-19, la crisi econòmica i pressupostària resultant, i el canvi de pràctiques i de consum cultural de la població tindrà conseqüències profundes i greus. En particular perquè la majoria d’aquests professionals compten amb escasses xarxes de protecció. No podem, encara, quantificar el volum del desastre, però tots som conscients de la seva gran magnitud.

Conscients d'això, molts miren el futur amb inquietud i angoixa, però també amb una enorme generositat i solidaritat: quantes iniciatives increïbles estan naixent aquests dies! D'altres, intenten reinventar-se sense saber encara en quina direcció (¿com fer viure el teatre sense públic, un taller de dansa sense contacte físic, una festa popular sense compartir o un festival sense aglomeracions davant de l'escenari?). Com en la reflexió precedent sobre les pràctiques culturals, és important diferenciar com afectarà als diferents professionals culturals, d'una banda, durant el període inicial de confinament i tancament temporal d'equipaments i projectes; d'altra banda, el lent període transitori fins que la vacuna es generalitzi; i, finalment, el retorn a una normalitat diferent. Durant el primer estadi de confinament de la població, la majoria de professionals i projectes s'han quedat sense facturar. El problema és que aquesta situació de tancament temporal s'allargarà i, en alguns casos, es transformarà en definitiva. Com adaptar-se per sobreviure? Quines conseqüències diferents tindrà per als professionals independents, els contractats (directament o indirecta) per l'administració pública, els empleats del sector no lucratiu, els emprenedors i empresaris, o els assalariats de les empreses culturals? Quins sectors, àmbits o formats d'oferta cultural resistiran millor?

És evident que, com ja va passar amb la crisi iniciada el 2008, no tothom ho patirà de la mateixa manera. Els més afectats seran els professionals independents, els del sector de l'espectacle en viu i del turisme cultural, així com els treballadors dels grans esdeveniments multitudinaris. Els menys afectats, però que probablement també patiran retallades, seran els funcionaris públics, els ensenyants i els treballadors del sector cultural digital. Tot dependrà de la durada i profunditat de la crisi econòmica. Molts assalariats d'empreses i organitzacions culturals que de moment han estat afectats per un ERTO (expedient de regulació temporal de l'ocupació) aviat veuran tancar definitivament els seus projectes. Evidentment, això dependrà del tipus d'activitat i del múscul financer de cada empresa (a aquest tema dedicarem la següent reflexió).

Algú pot argumentar que els efectes sobre els professionals culturals no són diferents dels que pateixen els treballadors d'altres àmbits econòmics. Això és en bona part veritat, ja que en altres sectors també hi ha professionals per compte pròpia, gent que acaba de perdre la feina de forma temporal o definitiva, emprenedors endeutats que veuen com el seu projecte es converteix de sobte en inviable, famílies amb perspectives futures molt precàries, o treballadors que han de continuar laboralment actius -amb teletreball o desplaçant-se a l'oficina - que no saben com tenir cura dels familiars de més edat i dels fills confinats a casa. De tota manera, bona part del sector cultural –igual que el turisme, la restauració o el comerç de béns duradors –, seran els últims a poder pujar de nou la persiana. No serà fàcil donar garanties de seguretat (complir amb les normes de salut pública i al mateix temps ser viables econòmicament), recuperar la confiança d'usuaris i inversors, o atreure consumidors amb disponibilitat de compra. El retard en tornar a la normalitat, la proporció molt més elevada de professionals per compte propi i de micro-empreses i entitats sense capacitat financera fan del sector cultural un dels més fràgils. Per això requereix una anàlisi i un tractament especial.

En aquest sentit, disposar d'ajudes directes (com podria ser una renda bàsica vital suficient) o poder-se acollir a l'assegurança d'atur són qüestions fonamentals. Els treballadors per compte d'altri compten en la majoria de països europeus amb ERTOs o assegurances d'atur que els cobreixen diverses setmanes o mesos en funció del temps previ en el qual han estat contractats. El problema el tenen els professionals per compte propi que quan deixen de facturar no cobren. O la dels professionals intermitents de l'espectacle, que només estan contractats quan assagen col·lectivament o en dies d'espectacle, encara que continuïn preparant-se i formant-se la resta de l'any (només França disposa d'una normativa protectora per a ells).

De tota manera, altres tenen més feina que abans (encara que no sempre retribuïda adequadament). Els ensenyants estem aprenent a marxes forçada a acompanyar els nostres estudiants en el seu procés d'aprenentatge virtual, encara que també el mercat formatiu es desinflarà aquest proper curs a causa de la creixent precarietat domèstica i de la paràlisi de la mobilitat internacional. Un futur millor els espera a aquells que es dediquen a tasques de selecció, digitalització, animació o difusió virtual de continguts culturals, ja que totes les institucions amb uns mínims recursos han constatat la importància de ser molt actius en aquesta matèria.

Molts artistes i organitzacions han aprofitat aquests dies de confinament, de temps lliure no planificat per part de molts, per oferir noves creacions o compartir les seves obres de forma gratuïta en línia a una població famolenca de continguts, de descobrir o redescobrir autors o intèrprets i de compartir experiències. I tot això amb formats i models de compartir particularment creatius. En la majoria de casos ha estat una excel·lent forma d'enfortir la seva imatge i compromís social, de difondre i de crear una relació empàtica amb velles i noves audiències. Ara bé, no tots comparteixen aquesta estratègia ja que pensen que es devalua el treball artístic i es malacostuma l'audiència a no pagar, en un sector per se econòmicament prou precari. Anem a veure qui té raó ...! És veritat que no tots podran subsistir, ni aprofitar aquest entusiasme innovador i de reconeixement, però no crec que tot aquest esforç i creativitat caigui al buit.

Com hem vist, els canvis no són només quantitatius sinó també qualitatius. La crisi que acompanya el coronavirus és sistèmica; accelera processos preexistents com el teletreball, l'efecte prosumer, o la desmaterialització de l'experiència cultural ... Tot això qüestiona els factors que des del romanticisme havien caracteritzat el treball artístic i la producció cultural, tant des d'una perspectiva conceptual intrínseca (el valor intangible de la creació artística i del patrimoni cultural), com des d'una perspectiva social, econòmica o política extrínseca, instrumental. Alguns poden pensar que quan arribi la vacuna contra la COVID-19 tot tornarà al seu flux habitual, rutinari. Probablement, moltes coses ho faran, però estic convençut que en aquesta crisi haurem perdut definitivament uns quants llençol d’una sola bugada; alguns dels serveis essencials oferts per museus, arxius, teatres o festivals no tornaran, o seran molt diferents. I això té conseqüències sobre els professionals culturals, ja que alguns dels seus serveis deixaran de tenir sentit, hauran de reciclar-se o seran substituïts per nous perfils professionals. ¿Fins a quin punt molts dels professionals culturals estan preparats per adaptar-se a aquests canvis i a la nova onada tecnològica associada a la intel·ligència artificial i la robotització? ¿Estem els investigadors i els educadors preparats per acompanyar les joves generacions i als professionals més madurs en aquest procés?

No tinc resposta per aquestes preguntes, però és important reflexionar-hi a nivell individual -com m'afecta a mi i com puc reaccionar-hi-, però també a nivell col·letiu. En el proper lliurement aprofundiré en els efectes de la crisi del coronavirus a les entitats i organitzacions culturals. De moment us desitjo a tots salut i molts ànims!!

Reflexiones sobre el impacto del COVID-19 en la cultura (3): los profesionales de la cultura



¿Qué efectos tendrá la crisis asociada al coronavirus en los profesionales culturales? Sin temor a errar, sabemos que serán profundos para prácticamente todos ellos. Si la crisis financiera del 2008 segó el futuro profesional de muchos artistas, intérpretes, libreros, galeristas o críticos de arte, solo para citar algunas de las tantas profesiones culturales, el parón inicial causado por el COVID-19, la crisis económica y presupuestaria que nos cae encima y el cambio de prácticas y de consumo cultural de la población tendrá consecuencias profundas y graves. En particular porqué la mayoría de dichos profesionales cuentan con escasas redes de protección. No podemos, aún, cuantificar el volumen del descalabro, pero todos somos conscientes de su gran magnitud.


Conscientes de ello, muchos miran el futuro con angustia y desasosiego, pero también con una enorme generosidad y solidaridad: ¡Cuantas iniciativas increíbles están naciendo estos días! Otros, intentan reinventarse sin saber aún en qué dirección (¿cómo hacer vivir el teatro sin público, un taller de danza sin contacto físico, una fiesta popular sin compartir o un festival sin aglomeración frente al escenario?). Como en la reflexión precedente sobre las prácticas culturales, es importante diferenciar cómo afectará a los diferentes profesionales culturales, por un lado, durante el periodo inicial de confinamiento y cierre temporal de equipamientos y proyectos; por otro lado, el lento periodo transitorio hasta que la vacuna se generalice; y, finalmente, el retorno a una normalidad diferente. Durante el primer estadio de confinamiento de la población, la mayoría de profesionales y proyectos se han quedado sin facturar. El problema es que esta situación de cierre temporal se alargará, y en algunos casos terminará por ser definitiva. ¿Cómo adaptarse para sobrevivir? ¿Qué consecuencias distintas tendrá para los profesionales independientes, los contratados (directa o indirectamente) por la administración pública, los empleados del sector no lucrativo, los emprendedores y empresarios, o los asalariados de las empresas culturales? ¿Qué sectores, ámbitos o formatos de oferta cultural resistirán mejor?

Es evidente que, como ya pasó con la crisis iniciada en 2008, no todos van a sufrirlo por igual. Los más afectados serán los profesionales independientes, los del sector del espectáculo en vivo y del turismo cultural, así como los trabajadores de los grandes eventos multitudinarios. Los menos afectados, pero que probablemente también sufrirán recortes, serán los funcionarios públicos, los enseñantes y los trabajadores del sector cultural digital. Todo dependerá de la duración y profundidad de la crisis económica. Muchos asalariados de empresas y organizaciones culturales que de momento han sido afectados por un ERTO (expediente de regulación temporal de la ocupación) pronto verán cerrar sus proyectos e irán al paro indefinido. Evidentemente, esto dependerá del tipo de actividad y del músculo financiero de cada empresa (a este tema vamos a dedicar la siguiente reflexión).

Alguien puede argumentar que los efectos sobre los profesionales culturales no son distintos de los que sufren los trabajadores de otros sectores económicos. Esto es en buena parte verdad, pues en otros ámbitos también hay profesionales por cuenta propia o free-lance, gente que acaba de perder su trabajo de forma temporal o definitiva, emprendedores endeudados que ven como su proyecto se convierte de repente en inviable, familias con perspectivas futuras muy precarias, o trabajadores que deben continuar laboralmente activos –con teletrabajo o desplazándose a la oficina – que no saben cómo gestionar el cuidado a sus mayores y de sus hijos confinados en casa. De todas formas, buena parte del sector cultural –al igual que el turismo, la restauración o el comercio de bienes duraderos –, serán los últimos en poder subir de nuevo la persiana. No será fácil dar garantías de seguridad (cumplir con las normas de salud pública y al mismo tiempo ser viables económicamente), recuperar la confianza de usuarios e inversores, o atraer consumidores con disponibilidad de compra. El retraso en volver a la normalidad, la proporción mucho más elevada de profesionales por cuenta propia y de micro-empresas y entidades sin capacidad financiera hacen del sector cultural uno de los más frágiles. Por esto requiere un análisis y un tratamiento especial.

En este sentido, disponer de ayudas directas (como podría ser una renta mínima vital suficiente) o poderse acoger al seguro de paro son cuestiones fundamentales. Los trabajadores por cuenta ajena cuentan en la mayoría de países europeos con ERTO o seguros de desempleo que les cubren diversas semanas o meses en función del tiempo previo en el que han estado contratados. El problema lo tienen los profesionales por cuenta propia que cuando dejan de facturar no cobran. O la de los profesionales intermitentes del espectáculo, que solo están contratados cuando ensayan colectivamente o en días de espectáculo, aunque continúen preparándose y formándose el resto del año (solo Francia dispone de una normativa protectora para ellos).

De todas formas, otros tienen más trabajo que antes (aunque no siempre retribuido adecuadamente). Los enseñantes estamos aprendiendo a marchas forzada a acompañar nuestros estudiantes en su proceso de aprendizaje virtual, aunque también el mercado formativo se deshinchará este próximo curso debido a la creciente precariedad doméstica y a la parálisis de la movilidad internacional. Mejor futuro les depara a aquellos que se dedican a tareas de selección, digitalización, animación o difusión virtual de contenidos culturales, pues todas las instituciones con unos mínimos recursos han constatado la importancia de ser muy activos en esta materia.

Muchos artistas y organizaciones han aprovechado estos días de confinamiento, de tiempo libre no planificado por parte de muchos, para ofrecer nuevas creaciones o compartir sus obras de forma gratuita on-line a una población hambrienta de contenidos, de descubrir o redescubrir autores o intérpretes y de compartir experiencias. Y todo ello con formatos y modelos de compartir particularmente creativos. En la mayoría de casos ha sido una excelente forma de fortalecer su imagen y compromiso social, de difundir y de crear una relación empática con viejas y nuevas audiencias. Ahora bien, no todos comparten esta estrategia pues piensan que se devalúa el trabajo artístico y se malacostumbra la audiencia a no pagar, en un sector per se suficientemente precarizado. ¡Vamos a ver quién tiene razón …! Es verdad que no todos podrán subsistir, ni aprovechar este entusiasmo innovador y de reconocimiento, pero no creo que toda este esfuerzo y creatividad caiga en saco roto.

Como hemos visto, los cambios no son solo cuantitativos sino también cualitativos. La crisis que acompaña al coronavirus es sistémica; acelera procesos preexistentes como el teletrabajo, el efecto prosumer, o la desmaterialización de la experiencia cultural … Todo ello cuestiona los factores que desde el romanticismo habían caracterizado el trabajo artístico y la producción cultural, tanto desde una perspectiva conceptual intrínseca (el valor intangible de la creación artística y del patrimonio cultural), como desde una perspectiva social, económica o política extrínseca, instrumental. Algunos pueden pensar que cuando llegue la vacuna contra el COVID-19 todo volverá a su flujo habitual, rutinario. Probablemente, muchas cosas lo harán, pero estoy convencido que en esta crisis habremos perdido definitivamente unas cuantas sábanas; algunos de los servicios esenciales ofrecidos por museos, archivos, teatros o festivales no volverán, o serán distintos. Y esto tiene consecuencias sobre los profesionales culturales, pues algunos de sus servicios dejarán de tener sentido, deberán reciclarse o serán substituidos por nuevos perfiles profesionales. ¿Hasta qué punto muchos de los profesionales culturales están preparados para adaptarse a estos cambios y a la nueva ola tecnológica asociada a la inteligencia artificial y la robotización? ¿Estamos los investigadores y los educadores preparados para acompañar a las jóvenes generaciones y a los profesionales algo más maduros en este proceso?

No tengo respuesta para estas preguntas, pero es importante reflexionar sobre ellas, tanto a nivel individual -cómo me afecta a mi y cual es la mejor manera de reaccionar-, pero también a nivel colectivo. En la próxima entrega voy a profundizar en los efectos de la crisis del coronavirus en las entidades y organizaciones culturales. De momente os deseo a todos y todas: ¡¡ salud y muchos ánimos !!