Paisaje humano y patrimonio
Kunming es la capital de Yúnnán. Esta región suroccidental de China, de unos 400.000 Km2, es la más diversa del país tanto desde un punto de vista cultural como ecológico (la montaña más alta tiene 6.740 metros y el punto mas bajo 76 m.), con alta montaña, bosques tropicales, terrazas de arroz o plantaciones de té y café. El lugar más famoso es la mítica, hoy recreada, Shangri-la; pero cuenta con 5 lugares únicos declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Yúnnán ha sido históricamente el nudo de comunicación entre China, el Tibet, la península Indochina y la India. Cuenta actualmente con unos 50 millones de habitantes, de una gran pluralidad de etnias diferentes, algunas de ellas transfronterizas con Myanmar, Vietnam o Laos. La etnia Han representa casi el 70% de los habitantes y hay 25 nacionalidades reconocidas, cada una de ellas con su lengua y costumbres (alguna de ellas, como la mongol, formada por las familias de los antiguos soldados imperiales). Desde el inicio de la conquista china (s. II aC), se dieron pequeñas oleadas inmigratorias Han; pero no será hasta la dinastía Ming, a finales del siglo XIV, que no comenzará un flujo migratorio significativo, con el objetivo de controlar con personal de confianza las provincias fronterizas. Hasta ese momento, durante los períodos de ocupación china, se pacta el control del territorio y el pago de impuestos con las diversas oligarquías o reinos locales. Ya en el siglo XX, la presencia Han se acentúa durante la ocupación japonesa y la guerra civil posterior (muchas élites chinas se refugian aquí), la revolución cultural (era un destino para disidentes) o, recientemente, gracias a la buena calidad de vida de la región.
Cuesta encontrar información sobre la evolución histórica y las tensiones entre comunidades para dominar las mejores tierras de cultivo, controlar el comercio, el acceso a los recursos hídricos o a otras fuentes de riqueza, ya que el discurso oficial relata una historia de convivencia idílica entre las diversas etnias. Las autoridades chinas presentan Yúnnán como un modelo de respeto a la diversidad cultural, en contraposición a la violencia existente en el noroeste del país. Se da una exaltación de la diversidad cultural - reconocimiento público, explotación turística y posibilidades de desarrollo económico y cultural - pero por otro lado hay una folklorización que termina banalizando la diferencia.
Un esteticismo que juega un papel muy importante en el momento de atraer población y turistas hacia una idealización de la vida rural, las tradiciones étnicas o de la cultura clásica china, o incluso del paisaje. Los paisajes naturales y los jardines bien cuidados tienen mucha importancia en toda Asia oriental. Una tradición, presente ya en la pintura clásica china o japonesa, bien visible en las combinaciones florales o en los parques públicos (vale la pena disfrutar de las flores de loto, la combinación de árboles y los reflejos en el agua, por ejemplo, en el céntrico lago Verde de Kunming). Un atractivo muy apreciado por el turismo doméstico consiste en las recreaciones paisajísticas, no sólo las famosas terrazas de arroz que forman parte de la lista del patrimonio mundial de la UNESCO, sino los espectáculos paisajísticos que recrean una vida natural idealizada.
Patrimonio intangible y tangible cumplen un papel político y económico. Hay que tener en cuenta la importancia que la revolución dio a las consignas escritas, los murales educativos o las fotos gigantes de los líderes y las esculturas en el espacio público. La preservación de algunas edificaciones juega también un papel importante. Sin embargo, éstas tienen que competir con un modelo urbanístico especulativo desbordado. Se restauran o reproducen los monumentos más importantes, pero no su entorno. El resultado es la descontextualización de edificios y monumentos en un espacio público en rapidísima transformación y pérdida de identidad.
Peor es la situación del patrimonio políticamente incómodo, como los vestigios de la importantísima influencia francesa de la primera mitad del siglo XX, cuando se pone en marcha el ferrocarril Hanoi-Kunming, al ser considerado durante décadas como un legado colonial, contrarrevolucionario. No obstante, una parte muy importante de la modernidad entra en China por esta vía, y es una lástima que desaparezca de la memoria colectiva.
El idioma también juega su papel. La imposición del mandarín (el chino de Beijing) en el ámbito institucional, educativo y comunicativo tiene por objetivo homogeneizar el país, haciendo irrelevantes en la práctica no sólo los idiomas de cada etnia, sino también los dialectos locales (casi lenguas independientes) de la propia población Han.
Para entender la estrategia gubernamental vale la pena visitar en Kunming los vecinos museo y parque de las nacionalidades étnicas. El museo contiene una buena colección etnológica centrada en vestidos y ornamentos tradicionales, instrumentos de música, artefactos de la vida cotidiana y del campo, o sistemas de escritura y comunicación, entre otros. La revolución cultural destruyó cantidades ingentes de monumentos, objetos y documentos (la gran mayoría de textos eran de temática religiosa y se guardaban en los monasterios); también reprimió muchas expresiones del patrimonio intangible del país. La colección tiene, como archivo de estos pueblos, una gran importancia patrimonial. Sin embargo, su discurso museológico es esteticista, poco crítico y desarraigado de las comunidades que pretende mostrar. Nada que ver con las propuestas de la nueva museología etnográfica establecida en Occidente hace ya casi cincuenta años. Más allá de un mapa inicial con las localizaciones geográficas de las 25 nacionalidades étnicas, falta contexto histórico, político, antropológico y sociológico. En los paneles y cartelas no se da la cronología de los objetos expuestos ni explicaciones sobre la evolución histórica, o del contexto ecológico, ideológico-religioso y socioeconómico respectivo. Las colecciones se presentan ordenadas por temas pero mezclando objetos de los diferentes grupos étnicos, con lo que no se entienden las diferencias entre comunidades, como si fuera lo mismo vivir en la alta montaña, en las orillas bajas de los grandes ríos, o en los bosques tropicales. Tampoco se presenta el patrimonio inmaterial (no se pueden escuchar ni visualizar las músicas, danzas o tradiciones gastronómicas), ya que en teoría esto se presenta en el vecino Parque de las nacionalidades, ni se explican las influencias de otras culturas, o las vivencias de los grupos étnicos transfronterizos con Vietnam o Myanmar. No obstante, la antropóloga que nos acompaña durante la visita, a medida que planteo preguntas de fondo se muestra más receptiva, aportando interpretación contextual de enorme utilidad.
El museo no se plantea estrategias conjuntas con las comunidades étnicas que presenta, más allá de las visitas de grupos de niños o ancianos. Tampoco la tienda (en manos privadas) dispone de una estrategia de apoyo a la comercialización o mejora de la producción artesanal de las comunidades, como ocurre en museos etnológicos de otros países. Simplemente, ofrece lo que puede tener interés para los visitantes, a precios bastante más altos que en las tiendas de artesanías de la ciudad, ya que según explica la gerente quieren dar calidad y diferenciarse del recuerdo turístico. Cuando planteo la ideoneidad de ciertos cambios, los expertos con los que hablo no creen que el museo cambie de orientación.
Muy cerca del museo, en el umbral con el lago Dianchi, se encuentra el gran parque de las nacionalidades étnicas. Réplicas de construcciones, rodeadas de lagunas, representativas de las 25 nacionalidades reconocidas, son animadas con actividades y espectáculos por miembros de cada etnia vestidos con la respectiva ropa típica. El parque, de gestión gubernamental y con un precio de entrada relativamente alto (pero gratuito para jubilados y muy barato para determinados grupos locales), atrae muchos turistas y emplea a muchos miembros de las comunidades. También ayuda a preservar la identidad de los diversos grupos. Sin embargo, como en cualquier parque de entretenimiento, las expresiones que se presentan tienden a edulcorar y simplificar la realidad, y la espectacularidad gana la partida al rigor y a la autenticidad. Es decir, la venta de recuerdos y comida, los elefantes engalanados o los espectáculos exóticos acaban ganando la partida.
Vida cotidiana
Kunming es una ciudad meridional, un lugar donde la vida se toma con más calma que en las grandes metrópolis del país. Por la noche, en el centro, la gente pasea, come en la calle o juega a cartas. Al atardecer, en las inmediaciones del lagoVerde, la gente se junta desinhibida para bailar o hacer música, tanto étnica como occidental. Uno de los bailes se parece a la sardana, ya que se danza agarrados de la mano en círculo. Esta actividad permite que los miembros de las comunidades étnicas se reencuentren, y que muchos otros socialicen y se lo pasen bien.
Ahora bien, la ciudad está experimentando un enorme crecimiento (en 1980 tenía sólo 561 mil habitantes, hoy cuenta con casi 4 millones, y el distrito supera los 7 millones). Los nuevos edificios de vivienda son altísimos, pero desgraciadamente con pocos servicios y zonas verdes alrededor. Como en muchas otras grandes ciudades chinas los rótulos publicitarios son constantes, y los contrastes entre la máxima modernidad y lujo, y la precariedad y mal estado de muchas infraestructuras es enorme. La mayoría de edificios de viviendas de hace más de treinta años muestran un aspecto exterior degradado, con las ventanas y balcones enrejados hasta el último piso (parece que debido a la inseguridad de los años noventa). Los aularios de las facultades antiguas no sólo están bastante deteriorados sino que no tienen aseos; éstos están en un edificio específico, probablemente antiguas letrinas. Los baños de las residencias universitarias o de muchos restaurante dan un poco de asco. La limpieza no es, sin duda, el fuerte de este país.
La carrera hacia el bienestar basada en el mercado y el crecimiento económico acelerado genera grandes expectativas pero también muchos desequilibrios estructurales e impacto social. La emigración de los jóvenes del campo a la ciudad es galopante dada la precariedad económica de los agricultores y la prosperidad aparente de la vida urbana. Los ricos pueden permitirse coches caros, viajar al extranjero, intercambiar favores para hacer negocios y pagar productos costosos. Pero en un país donde hay que pagar por la educación y la sanidad, y la vivienda es cada vez más cara, la lucha por ganar dinero se convierte en la prioridad número uno. El ahorro de toda una familia se invierte en la compra de la vivienda para que los chicos puedan obtener el visto bueno de la familia de la novia para casarse. La presión es alta. La política del hijo único (ahora ampliada a dos) presiona a ambas generaciones. Por un lado, los padres quieren casar el hijo para ser abuelos, pero éste a menudo tiene que marchar a la ciudad a trabaja, o perder mucho tiempo cada día desde los barrios periféricos más baratos, dejando los hijos bajo la custodia de los abuelos. Por otro lado, el hijo único casi no puede contar con la asistencia de los servicios sociales cuando le toca cuidar unos padres enfermos o envejecidos. En los pueblos existe la solidaridad vecinal, pero en la ciudad es más difícil.
De día el sol pega fuerte, lo que hace subir las nubes de tormenta propios de la temporada veraniega de lluvias. Es época monzónica y si te coge un aguacero fuerte quedas empapado. Mucha gente, en particular las mujeres, usan el paraguas para protegerse tanto del sol como de la lluvia, y es común ver gente con bozal para protegerse de la contaminación o del sol. Al mismo tiempo, la buena climatología - Kunming está situada a 1.900 metros sobre el nivel del mar, pero a la altura del trópico de cáncer (por eso es conocida como la ciudad de la eterna primavera) - hace que haya un gran número de ciclomotores y bicicletas, compitiendo con peatones y coches. En las grandes avenidas tienen un carril lateral para ellos que es un peligro intentar cruzar. El código de circulación se sigue de forma sui generis, ya que motos y bicicletas cruzan los semáforos en rojo o usan los pasos de peatones cuando les conviene. No sólo no usan casco, sino que en una motocicleta pueden viajar 2 adultos y un par de niños, además de los paquetes. La mayoría son eléctricas y no hacen ruido, con lo que hay que tener mucho cuidado. Los coches son los únicos que respetan los semáforos y los límites de velocidad, y en relación a visitas anteriores a China, mucho más los pasos de peatones. El servicio de autobús urbano es muy barato (25 céntimos de Euro el trayecto), así como los taxis (a pesar de que la gasolina está a un Euro el litro) y están construyendo 6 líneas de metro a velocidad vertiginosa.
El comercio sigue siendo una parte central de la vida de la ciudad, con un peso relevante de la comunidad islámica. Sin embargo, los precios y el mercado está fuertemente dualizado. Algunos productos cuestan lo mismo que en Europa con lo que ya no es tan atractivo comprar en China como una década atrás. Hay que vigilar especialmente en determinados bares o tiendas de moda, ya que pueden ser realmente caros. Ahora bien, el coste de los productos corrientes, comprados en mercados públicos, son baratos para nosotros pues se ajusta bastante al poder adquisitivo de la gente.
Uno de los lugares que vale la pena visitar son los mercados de productos frescos, por la vitalidad humana y la diversidad de productos en oferta; una verdadera orgía de verduras y setas exóticas, carnes marinadas, pescados y marisco vivo ... Eso si, hay que estar preparado para algunas imágenes y olores fuertes, no contradictorio con la presencia omnipresente de los móviles y del mundo digital. Alguna carnicería muestra en vídeo la vida de sus cerdos en las granjas como reclamo de calidad mientras vende la carne sin ningún tipo de protección o refrigeración Algunas vendedoras van vestidas con los trajes típicos de su etnia, haciendo el conjunto muy atractivo para aquellos fotógrafos que busquen imágenes de impacto. La diversidad y situación geográfica de la región no sólo impulsa un mercado de productos naturales muy variado sino también de artesanías muy bonitas y coloridas.
La experiencia gastronómica
Visito Kunming durante el mes de julio, en plena estación de setas en la región de Yúnnán. Como en cualquier punto de China, ofrecer un buen banquete con mucho más comida de la que se pueda acabar es una señal de hospitalidad fundamental. Durante la semana que estoy en la ciudad tengo la oportunidad de conocer un gran repertorio de la gastronomía local. Si los desayunos son ya un compendio de manjares (fideos, huevos, arroz, verduras y sopa, acompañado de leche de soja) los banquetes del mediodía y la tarde sobresalen por la cantidad, variedad y calidad. Como en toda esta parte del país, la comida es bastante picante (ajo, guindilla y pimienta), con una gran mezcla de platos que puedes ir picando repetidamente de la mesa giratoria: verduras varias (mayoritariamente cocidas), pollo, ternera, albóndigas, pescado, langostinos, fideos de arroz, soja en diversas texturas, sopa, arroz blanco o con verduritas, etc.
Evidentemente, el resultado es que impulsado por la curiosidad acabas comiendo mucho más de lo necesario a lo largo de las tres comidas diarias. No se entiende como los chinos están en general tan flacos. En esta temporada la sopa de setas y varias platos de setas fritas con guindillas son un requisito muy apreciado.
Las tres setas básicas son los níscalos, los rebozuelos y los boletos. En la sopa ponen también otras setas que no soy capaz de identificar. En el mercado contabilizado una quincena de especies diferentes. La comida se acompaña de té verde, a veces zumos de fruta y, en festines de mucha categoría báijiǔ, un licor de alta graduación. En una de las cenas, el par de botellas que nos bebemos, y con el que brindamos repetidamente, resulta ser más caro que el resto de la cena (unos 400 € la botella). Si bien la comida cotidiana en casa o en la calle es mucho más simple (un tazón acompañado de arroz y a menudo también de sopa, o la venta ambulante de pinchos de carne o soja frita) en el self-service del centro de las industrias culturales, la diversidad de ingredientes a mezclar en la bandeja metálica supera de largo los menús del día de nuestro país. El único aspecto negativo de la experiencia gastronómica es la suciedad que se percibe en los suelos y mesas pegajosas de los restaurantes a unos aseos y unas cocinas que no pasarían los estándares de limpieza occidentales.
Como en la mayor parte de culturas, comer es un acto social importante, donde se intercambian bromas y estrechan relaciones. En mi experiencia, no se aprovecha para hablar de negocios. En cambio, la ceremonia del té si que cumple un papel protocolario y de presentación de intenciones. Hay que tener en cuenta que estamos en la región con el mejor té de China. El de mayor calidad proviene de árboles centenarios, algunos de más de quinientos años. Las hojas se recogen y se preservan, ya que como el vino, cuando más años tiene bueno es. La primera vez que las hojas infusiona, se tira el té ya que sirve sólo para limpiarlas. Se empieza a servir y beber, añadiendo agua caliente sin cambiar las hojas. Se considera que a partir de la cuarta infusión el té coge el color y el sabor correctos.
Digitalización y poder
El gobierno chino ha impuesto grandes restricciones a buena parte de las redes sociales o servicios de internet globales (facebook, twitter, google ...), sustituyéndolos por réplicas nacionales, algunas de ellas muy eficientes. Esta estrategia de control y desconexión tiene efectos particularmente negativos para un ámbito particularmente necesidad de interconexión con la comunidad internacional como es el académico. En general se nota la diferencia entre los investigadores que han vivido en el extranjero, van a congresos y están al día de lo que ocurre en el mundo, de aquellos que viven recluidos en el sistema endogámico chino. Por visitante extranjero, no poder acceder a los servidores y redes sociales habituales es francamente incómodo. Cuando intentas utilizar las aplicaciones chinas no sólo están controladas o tienen reducidos los enlaces, sino que muchas no están en inglés. Debes espabilarte sin el buscador, el mapa u otros servicios de google, además de tener bloqueada la dirección de gmail.
Ahora bien, el nivel de digitalización de la sociedad es brutal. Una de las aplicaciones con más éxito es WeChat, una especie de WhatsApp pero más dinámico. Lo primero que hace cualquiera que te conoce consiste en pedirte compartir el QR de tu tarjeta de visita digital. Al mismo tiempo, la mayor parte de pequeños pagos se hacen con la tarjeta monedero del móvil, factor que ha reducido el uso de otros medios, muy en particular las tarjetas de crédito convencionales. Otra red social de éxito consiste en compartir vídeos breves o interpretaciones de canciones en karaoke.
El partido comunista chino cuenta con 89 millones de afiliados, una cifra espectacular, la mayor parte cooptados por el sistema entre los jóvenes con dotes de liderazgo y capacidad profesional. Ser miembro del partido es casi la única manera de progresar profesionalmente (el 2014, de las 22 millones de solicitudes presentadas para convertirse en miembro del partido, sólo 2 millones fueron aceptadas). Pero también implica ciertas contrapartidas, como la obligación de realizar tareas de supervisión de vecinos, colegas o alumnos; todo tiene un coste. He hablado con varios estudiantes y profesores que son miembro y que en privado poder ser críticos con muchos aspectos del sistema. Han nacido y saben moverse dentro de un sistema autoritario que sin embargo tiene sus márgenes. Han aprendido a prever los peligros, a protegerse y a saberse escabullirse cuando conviene de exigencias excesivas. En una sociedad con unos valores tan contradictorios -el país más capitalista del mundo conducido por un partido comunista - el relativismo ideológico y los comportamientos ambiguos son muy frecuentes.
En la vida cotidiana no se nota la represión o el control político. El país se conduce en base a consignas y en las decisiones de los líderes. Desde la cúspide del poder se emiten los objetivos y lemas que en cascada los diversos funcionarios deben aplicar. Discursos, presentaciones de proyectos o incluso algunas intervenciones académicas los utilizan para legitimarse. En el mundo académico o en el sector de la cultura te puedes encontrar con dos grandes tipos de actitud. Por un lado, aquellos que siguen acríticamente las consignas dentro de la ortodoxia del sistema, con discursos vacíos y escaso pensamiento y acción crítica. Por otro lado, aquellos que, sin poner en peligro su carrera o posición, muestran posturas más innovadoras o críticas, actitud que hasta cierto punto son bien vistas en determinadas posiciones o círculos.
Las jerarquías son importantes. Los actos de inauguración y clausura son aburridísimos, con discursos largos y mucha retórica reiterativa. Cada uno conoce y respeto su lugar. La relación de los estudiantes con los profesores es de gran respeto. Cuando te acercas a uno de ellos de forma cercana quedan enormemente agradecidos. En un país tan jerárquico sorprende el escaso formalismo en la vestimenta. Sólo los profesores mayores van en camisa formal, pero incluso los cargos públicos sin traje y corbata. Casi todo el mundo viste a la occidental, y las camisetas llevan mensajes en inglés (no veo ninguna con caracteres chinos). Sólo las mujeres mayores utilizan trajes tradicionales. Entre los jóvenes hay muchos menos tatuajes, pantalones desgarrados, pendientes o cortes de pelo exagerados que en Europa. Quizás hay menos tribus urbanas o simplemente no se quiere destacar exageradamente.
Tengo la oportunidad de visitar una antigua fábrica metalúrgica y de armamento que ocupa unas 30 hectáreas. Un espacio enorme de titularidad y gestión gubernamental que quiere acabar siendo un parque de entretenimiento y cultura. El coordina Lin Xioayan, un artista presente también en el famoso distrito 798 de arte de Beijing. Dentro de tres años tendrá acceso directo al centro en metro, y está previsto que haya un hotel, varios lugares para fiestas de boda, además de galerías de arte, tiendas y centros culturales. De momento, el alquiler de espacios es gratuito con el objetivo de atraer público y productoras. Una enorme inversión pública (hay que pagar 200 salarios al mes, aparte de la inversión de rehabilitación de estructuras y edificios). Una magnitud de recursos públicos inimaginable en Occidente!
Y todo esto ocurre en una ciudad del Sur-Oeste chino cuyo nombre desconoce la inmensa parte de la población mundial.
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