Marina Bay Sands: la imagen edulcorada que vende Singapur |
La primera
impresión que obtengo de esta singular ciudad-estado es la sorprendente visión
aérea de muchas decenas, quizá centenares, de buques fondeados cerca de la
costa. Todos ellos paralelamente orientados siguiendo el viento y la corriente,
con sus colores y formas flotando sobre un mar pardo-verdoso. ¿Cuántas
historias podrían explicarnos de tormentas tropicales, oxido y salitre, en su
vagar transportando especies, contenedores, vehículos, granos, personas o
carburante?
Desde la orilla,
de noche, las sombras y las luces de los barcos bambolean en la distancia,
formando una barrera que aprisiona la mirada hacia mar abierto. Sentados cerca
de la playa en el East Coast Lagoon
sentimos las mil olores que emanan de la variedad de chiringuitos de comida:
pescado frito, mariscos, currys picantes, tempura, jengibre, arroz, cerdo
agridulce, pinchos en la barbacoa, salsas y crema de soja... Esta es, seguramente, la experiencia más
auténtica de esta ciudad multiétnica, a veces tan artificiosamente moldeada,
pero que hasta en el aeropuerto existe una zona de paradas con una gran
variedad de comida popular.
Más allá de su
gran diversidad étnica, religiosa y cultural, Singapur es un experimento
político homogeneizador y azucarado, que como otros regímenes autoritarios postmodernos
utiliza el consumismo para seducir a la población. Un obsesivo espíritu
ordenador, civilizador en el sentido más triste del término, contamina los
comportamientos sociales. Buena parte de la población se siente orgullosa de la
identidad singapuresa, una identidad que pretende superar las profundas raíces
chinas, malasias, indonesias, hindúes o filipinas de una ciudad que cuando
llegaron los ingleses no era más que un pequeño pueblo de pescadores malasios.
Hoy, la comunidad china es la predominante, pero el aparente clima de
convivencia y calma social se sostiene en el mantenimiento del orden simbólico,
herencia colonial victoriana, lubricado con dinero. Sólo de vez en cuando, una
explosión racial de rabia, fruto de la discriminación y la desigualdad, hace
saltar por los aires la aparente cohesión social. Hay que decir, sin embargo,
que el régimen ha conseguido ofrecer unos niveles de bienestar y seguridad poco
comunes en el Sudeste asiático, lo que atrae grandes flujos inmigratorios y lo
convierte en un paraíso de las finanzas y el consumo acomodado internacional.
El espíritu
ordenador se sirve de la cultura y el urbanismo, pero llega a domesticar la
exuberante naturaleza tropical. El centro histórico ha sido totalmente
transformado. La desembocadura del río Singapur, antiguamente rellena de tongkangs (barcazas tradicionales), ha
sido integralmente regenerada perdiendo su antiguo encanto popular. La viveza
tradicional ha sido sustituida por un urbanismo estandarizado, con centros
comerciales impersonales y ramblas para pasear edulcoradas. Junto a los
antiguos edificios gubernamentales y viejos hoteles coloniales, hoy museos o
establecimientos de lujo, emerge un barrio de negocios coronado de rascacielos.
Un enorme edificio singular, el Marina Bay Hotel, preside la bahía rodeado de
varios parques donde la naturaleza encapsulada se ofrece a los turistas de
paso. Estos, mezcla de hombres de negocios, jubilados de alto standing o
representantes de la rica burguesía oriental, disfrutan de unos jardines y de
unos espectáculos de luces y sonidos sin alma, como si estuvieran en un Disney
park cualquiera. Singapur sigue la ola de los emiratos árabes en la carrera
para atraer dinero y turismo en base a una oferta espectacular, pero en el
fondo anodina de tan comercial y main-stream
como intenta ser: grandes teatros con una oferta internacional ecléctica,
casinos, paseos ajardinados, centros comerciales con productos de marca ...
Todo se invierte,
sin embargo, cuando un domingo al atardecer entras en Little India. Este es un barrio que a plena luz del día contrasta
por su autenticidad y viveza. Las viejas casas coloniales, con detalles de art-deco,
están ocupadas por comercios regentados por hindúes: olores, colores y
especies, junto a tiendas de electrónica o de moda oriental. Esta agitación
habitual, al lado de iglesias cristianas, templos budistas o hinduistas y
mezquitas, explota en los días festivos al crepúsculo. Miles de hombres invaden
la calle para comentar la jornada, sin dejar casi espacio para caminar. De
repente, te sientes terriblemente forastero, invadiendo un espacio que es de
ellos, de esa inmensa masa de hombres de piel morena, que discuten o toman algo
de pie o en cuclillas en las calles en penumbra.
Parece mentira que
estés a tan poca distancia de los grandes centros comerciales, de los cartelas
que conminan a hablar un inglés gramaticalmente correcto, de los antiguos
barracones del ejército convertidos en galerías de arte carísimas, o de la
magnífica biblioteca nacional llena de lectores y de libros en una gran
diversidad de idiomas. En el LaSalle College of Arts, una escuela artística de
alto nivel situada en un edificio de estética de vanguardia donado por el
gobierno de Singapur, chicas (pocos chicos, como en la mayoría de escuelas de
arte de todo el mundo) ensayan sus obras. Algunos de sus máximos responsables
docentes son expatriados occidentales que, junto a profesorado local bien
conectado, lideran un magnífico proyecto de educación artística y de gestión
cultural con voluntad de apertura y de influir a nivel local y regional. No es
un caso único en la región, pues se repite en Hong Kong o Taiwán, pero viniendo
de los cada vez más pobres centros formativos del sud de Europa, da envidia su
riqueza y energía.
Singapur es un
cruce de caminos en este Sudeste asiático de contrastes enormes (sociales,
económicos, étnicos y religiosos). El dinamismo y orientación al negocio de las
élites orientales es enorme, probablemente ancestral, pero no dudan en
occidentalizar la fachada para conquistarse a sí mismos y al mundo entero. En
este contexto, lo europeo aún encarna una cierta aura de legitimidad -siendo el
arte y el patrimonio uno de sus espectros clave-, pero dicha influencia se
diluye como el dulce aroma de tabaco si uno no mantiene la pipa encendida. Olvidemos
el anacrónico eurocentrismo, pues nuestra influencia no volverá aunque el
injerto postcolonial persista. Solo con grandes dosis de inteligencia, respeto
y ganas de aprender es posible subirse al ajetreado tren tirado por la
imparable locomotora asiática.
KAMI SEKELUARGA MENGUCAPKAN BANYAK TERIMA KASIH ATAS BANTUANNYA MBAH , NOMOR YANG MBAH BERIKAN/ 4D SGP& HK SAYA DAPAT (350) JUTA ALHAMDULILLAH TEMBUS, SELURUH HUTANG2 SAYA SUDAH SAYA LUNAS DAN KAMI BISAH USAHA LAGI. JIKA ANDA INGIN SEPERTI SAYA HUB MBAH_PURO _085_342_734_904_ terima kasih.
ResponEliminaKAMI SEKELUARGA MENGUCAPKAN BANYAK TERIMA KASIH ATAS BANTUANNYA MBAH , NOMOR YANG MBAH BERIKAN/ 4D SGP& HK SAYA DAPAT (350) JUTA ALHAMDULILLAH TEMBUS, SELURUH HUTANG2 SAYA SUDAH SAYA LUNAS DAN KAMI BISAH USAHA LAGI. JIKA ANDA INGIN SEPERTI SAYA HUB MBAH_PURO _085_342_734_904_ terima kasih.
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