Un amplio colectivo de asociaciones de profesionales culturales de Cataluña han lanzado un manifiesto bajo el título "NO recortad la cultura" como convocatoria de la manifestación del 21 de marzo de 2011 en Barcelona. Dicho manifiesto se compone de 7 puntos programáticos (en rojo en el texto) que aprovecho para comentar y reflexionar con un cierto detalle (en negro en el texto).
Defiendo la necesidad de explicar la aportación esencial de la cultura, y por ello el espíritu que hay detrás de esta convocatoria, pero creo necesario una mirada más crítica para legitimar mejor –en especial ante otras prioridades gubernamentales– el papel de la cultura en la sociedad contemporánea. No soy el único que ha reflexionado sobre ello, por lo que recomiendo tanto la Declaración del plenario del Consejo Nacional de la cultura y las artes de Cataluña (CONCA), como el escrito de Marta Ardiaca y Rafa Milán en su blog #temptatives, o el didáctico texto sobre recortes y gestión cultural de Albert de Gregorio en #culturalUB.
1. La Cultura no es un gasto, es una inversión. La Cultura es una fuente de riqueza económica y hace una importante contribución al PIB.
Totalmente de acuerdo con la idea de que la cultura es una inversión para un país, pero es evidente que desde la perspectiva de un presupuesto público la mayor parte de partidas de cultura computan como gasto. Un gasto que compite con otras necesidades sociales importantísimas, que asimismo son una inversión de futuro, tal como la educación, la investigación o la sanidad. Debemos vigilar no utilizar de forma excesiva el argumento de la fuente de riqueza o la contribución al PIB ya que muchas de las actividades citadas aportan mucho más que la cultura. Desde mi punto de vista, es preferible reivindicar los valores intrínsecos de la cultura y como estos pueden ser el motor del desarrollo. Una sociedad creativa, emprendedora, generadora de productos simbólicos de alto valor añadido está más preparada para encarar la crisis y generar los puestos de trabajo y la nueva actividad económica que necesitamos. Una sociedad con una cultura acostumbrada a mendigar, no consciente del esfuerzo que requiere sacar adelante proyectos y que goza acríticamente de su pasado sin plantear nuevas propuestas ni encarar el futuro no genera riqueza sino que es una losa para un país.
2. Recortar o ahorrar en Cultura es un grave error. Nos hará más pobres. El desmantelamiento de parte del tejido industrial cultural o la retirada de las inversiones para la investigación y la creación artística (I + D + i de la creación), frenará la competitividad, la recuperación general y postergará un reto ineludible: la generación de un nuevo modelo de economía productiva basado en el conocimiento (Educación + Ciencia + Cultura).
Estamos en una espiral terrible: la misma lógica financiera que alimentó la burbuja inmobiliaria es la que ahora exige reducciones drásticas del déficit público para continuar financiando a tipo de interés razonables el gran déficit existente entre ingresos fiscales y gasto público. Es casi imposible escapar de ello a corto plazo para no quedar aplastados o entrar en una espirar incontrolable de pérdida de confianza financiera internacional. No queda más remedio que recortar temporalmente. La lástima es la manera como se hace. Se recorta linealmente incidiendo en las partidas y el personal más frágil, a menudo las personas y los programas más innovadores. Hay que exigir prioridades claras, y eso pasa por aceptar recortes importantes en lo prescindible y cambios drásticos en la política cultural. ¿Qué político se atreve con esto? ¿Como lo vivimos nosotros cuando nos afecta directamente?
3. Cataluña es uno de los países de nuestro entorno que destina menos recursos públicos a Cultura: sólo el 0,98% del presupuesto general. Un nuevo recorte nos alejará aún más de los estándares europeos.
Hay que ser cuidadosos en la comparación internacional. Hay muchas Europas, y muchas formas de contabilizar e invertir los recursos. Además, los porcentajes dependen del volumen total del presupuesto disponible y del conjunto de competencias a cargo, ya que no es lo mismo la proporción destinada a cultura si se tienen o no competencias en sanidad, educación, defensa o en asuntos exteriores. La insuficiente financiación del gobierno de Cataluña y de los ayuntamientos (la fiscalidad no es una competencia transferida, sino en manos de la administración central) es la causa fundamental del déficit existente. Es necesario, asimismo, hacer mucha pedagogía para convencer a los líderes políticos, sociales y empresariales de la importancia de invertir en cultura de forma ponderada respecto a otros servicios también esenciales. Gestionar la complejidad de una sociedad moderna implica prioridades cruzadas. Obtendremos mejores resultados de la política sanitaria o educativa si estas dialogan con la cultural. Un libro, una película, una serie de televisión o una exposición pueden hacer mucho para mejorar la sanidad o para que la educación y la investigación sean realmente herramientas de desarrollo. Es en esta perspectiva que hay que asegurar un presupuesto justo a la cultura.
4. El recorte obligará a las instituciones (nacionales, locales, privadas) a reducir la actividad y las programaciones. Quién acabará pagando el recorte y la crisis serán los artistas, los creadores, las compañías y los agentes más débiles y los nuevos emprendedores. Aumentará el paro y la precariedad en el sector cultural. Se perderán oportunidades y la recuperación será difícil y en algunos sectores irreversible.
Totalmente de acuerdo con el argumento. Es una lástima que los creadores, compañías, nuevos emprendedores y en general los agentes culturales más débiles sean los más perjudicados por los recortes ya que es más fácil reducir los proyectos emergentes que no los consolidados. La producción cultural es fundamentalmente artesanal y por tanto altamente intensiva en mano de obra, pero mantiene una proporción relativamente baja de asalariados. Todos estos profesionales independientes están acostumbrados a invertir personalmente en los proyectos y a arriesgar laboralmente, incluso al límite de la auto-explotación, a cambio de la flexibilidad para poder elegir los proyectos que más les interesa. En este sentido, son profesionales altamente productivos, además de comprometidos con el éxito artístico, social y económico de la actividad que desarrollan. Sin embargo, un incremento significativo de la precariedad (aquella con la que ya trabajan) puede llevar a una generación de profesionales formados, en el momento de su máxima productividad, a la deserción o a la inmigración hacia otros territorios o actividades.
5. El recorte obligará a aumentar el precio de las entradas a espectáculos, conciertos y exposiciones y limitará-de este modolos derechos culturales de acceso universal a la Cultura recogidos en nuestro Estatuto de Autonomía.
Este puede ser un argumento falaz. Es probable que la reducción de los recursos disponibles impulse un aumento de los precios, pero hay que tener en cuenta que no siempre una subida de precios implica un crecimiento de los ingresos propios (que sería el objetivo a alcanzar para compensar la pérdida de recursos públicos). Estos dependen de la sensibilidad a los precios de los potenciales consumidores (lo que los economistas llamamos elasticidad precio de la demanda). Tiene sentido incrementar los precios si la consecuente caída de la demanda es débil, pero si ésta cae fuertemente es un mal negocio para todos, incluso para la iniciativa privada. Los recursos públicos deben servir para hacer posible actividades con un alto valor artístico o social que el mercado no puede proveer por él mismo y para ampliar la base social de consumidores culturales. La reducción de los presupuestos públicos tendrá un efecto negativo sobre esta tarea de apoyo, pero el acceso a la cultura no depende exclusivamente de la política de precios sino, especialmente, de la capacidad de establecer pasarelas de incorporación y disfrute del hecho cultural.
6. El recorte forzará la privatización de equipamientos o programaciones situando una buena parte de la oferta cultural bajo la lógica del mercado y las audiencias.
De nuevo es peligroso generalizar. De entrada la gestión privada de un equipamiento público no implica forzosamente situar la oferta cultural bajo la lógica del mercado, tal como se demuestra en tantísimos centros culturales gestionados por colectivos o empresas del sector, la mayoría de ellas más imaginativas y profesionales que muchos funcionarios acomodados. Todo depende del volumen de recursos públicos asignados y del cuidado con el que se han redactado las cláusulas técnicas de concesión del servicio (para las que son imprescindibles funcionarios muy bien preparados). Lo importante es que todos los proyectos y equipamientos culturales cumplan de la forma más eficientemente posible la misión asignada, cosa que a veces implicará hacer crecer las audiencias y otros fomentar propuestas de vanguardia. En nuestro país, los recursos públicos alimentan no sólo las iniciativas gubernamentales sino también buena parte de las propuestas privadas. Lo importante es que ese dinero, que es de todos, sirva realmente para hacer prosperar una cultura más rica y diversa, con independencia de quien gestione el proyecto.
7. La cultura es la cara visible de un país, lo que de forma más concreta y particular lo caracteriza y lo identifica entre sus vecinos y en el contexto histórico y social, y más aún en el caso de Cataluña, que por razones políticas tiene disminuida si capacidad de gestión. La cultura no es un lujo, ni un capricho, ni una frivolidad, ni una consecuencia del progreso y el bienestar, sino uno de sus motores y señales más prominentes, y ninguna comunidad que se precia de sí misma puede dejar de ponerla en un lugar destacado entre sus prioridades.
100% de acuerdo con este argumento. Todos los países y comunidades humanas, incluso las más pobres, se identifican a partir de su cultura. Las expresiones culturales no son un lujo o una frivolidad sino el resultado de las formas de ser de una colectividad. Esto es fundamental en el caso de Cataluña, a pesar de que la suma de bagajes patrimoniales e identidades artísticas generadas en nuestro país es mucho más rica y diversa que el estereotipo convencional que conforma el imaginario colectivo de algunos. No podemos permitirnos un país sin espacio de contraste de ideas y de expresiones de todo tipo, donde la creación sea uno de los elementos clave de impulso económico y social.
PD: Las dos imágenes utilizadas para ilustrar este texto son de Luci Gutiérrez (superior) y Oscar Guayabero (inferior) para la convocatoria de ‘No retalleu la cultura’.
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