Reflexiones sobre el impacto del COVID-19 en la cultura (2): las prácticas culturales


¿Qué efectos puede tener la crisis asociada al coronavirus en las prácticas culturales ciudadanas a corto, medio y largo plazo? Evidentemente, habrá que esperar un cierto tiempo y disponer de estudios profundos para poder evaluar correctamente todos sus efectos. Seguramente, el impacto diferirá en función del grado de reclusión, la situación laboral, la edad o la accesibilidad a recursos tecnológicos y culturales de cada persona y colectividad, entre otros factores. Un ámbito de análisis particularmente interesante, por la duración de la reclusión, será el impacto en los niños y adolescentes que han pasado de una educación y una socialización presencial a convivir recluidos en los hogares familiares, pero manteniendo la conexión virtual con los amigos y siguiendo sistemas de aprendizaje en línea (en la mayor parte de casos, bajo la guía de maestros voluntariosos pero inexpertos). Está claro que habrá que cruzar estas variables entre sí, ya que no es lo mismo vivir en un espacio diminuto con toda la familia alrededor y con adultos obligados a hacer teletrabajo con un único ordenador o tableta familiar, a veces solo con teléfono móvil*, que hacerlo con buenas condiciones espaciales y tecnológicas; y no hablemos de los que tienen que pasar la cuarentena enfermos o aislados en espacios infrahumanos.

En todo caso y en espera de los resultados de los estudios empíricos es posible avanzar diferentes hipótesis. Sin embargo, es necesario diferenciar entre los efectos durante el periodo de confinamiento de los posibles impactos a medio y largo plazo como consecuencia de la crisis socioeconómica y de las alteraciones de hábitos culturales y sociales que todo ello habrá generado.

En cuanto a los cambios inmediatos, estamos siendo testigos de un experimento social inédito, con efectos notables en las prácticas culturales y en las relaciones sociales. El confinamiento ha sido un gran propulsor de vida familiar, recluida pero en la mayoría de casos más intensa, de relación vecinal sin precedentes (por primera vez hemos mantenido conversaciones desde el patio de luces o las terrazas con vecinos que no sabíamos ni el nombre), y de una gran creatividad personal, descubriendo, disfrutando y compartiendo experiencias culturales inéditas. También de aprendizaje y de impulso de las herramientas digitales. Para muchos de nosotros ha sido la oportunidad para recuperar o conocer libros, series audiovisuales, canciones y artistas increíbles. También para aprender, desarrollar y compartir habilidades artísticas, tecnológicas y culinarias (¡seguro que saldremos con unos cuantos kilos más!).

Durante el confinamiento mucha gente consume grandes cantidades de productos culturales (gratuitos y digitales en la mayoría de casos, pero no sólo) ya que muchos productores han abierto sus plataformas de contenidos y se dispone de más tiempo para leer, escuchar, ver y compartir todo tipo de manifestaciones culturales. Ver, como ejemplo, el gráfico adjunto con los resultados de una encuesta realizada en los EEUU y en el Reino Unido sobre modificación del consumo cultural durante estos días de confinamiento. En todas las generaciones se da un incremento del consumo cultural, en particular de música, pero es entre los más jóvenes (la generación Z, de entre 16 y 23 años) donde es más intenso.
https://www.visualcapitalist.com/media-consumption-covid-19/
Más allá del consumo, se están desarrollando también las capacidades creativas, de aprendizaje y de comunicación de una manera diferente a la habitual, pero también a cuando uno está de vacaciones. Es decir, está siendo un acicate para el desarrollo de todo tipo de prácticas artísticas y de redescubrimiento de un patrimonio cultural que uno valoraba pero que no tenía tiempo o predisposición anímica para disfrutar (visitas a museos virtuales, ver y escuchar grabaciones ofrecidos por grandes salas de conciertos, teatros o grupos musicales ...). Muchos han probado servicios habitualmente de pago y algunos han acabado abonándose a la suscripción de los que más les ha gustado. La cultura ha demostrado su gran capacidad para entretener, formar, cuestionarnos y hacernos felices. ¡La cultura nos hace humanos!

¿Tendrá esta experiencia efectos a medio y largo plazo? No lo sabemos, pero a pesar de que los seres humanos tendemos a tropezar de nuevo en la misma piedra, también aprendemos de la experiencia vital. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que a corto y medio plazo no habrá un retorno inmediato a las rutinas diarias, ya que a pesar que el confinamiento afloje y haya que ir a trabajar, hasta que la vacuna no llegue habrá que seguir procesos de distanciamiento social. No sabemos la evolución de la pandemia ni los rebrotes que pueda tener, pero es evidente que los eventos de media y gran dimensión no se recuperarán pronto, que la crisis económica que se inicia reducirá drásticamente la capacidad de gasto familiar, en particular en todo lo que no se considere esencial, que reduciremos los viajes turísticos y las vacaciones serán más cortas y diferentes ... En este contexto incierto, ¿qué cambios de hábitos culturales se darán? Una pequeña parte de ellos dependerán de la oferta cultural, de cómo se adapte para no desaparecer, así como de las iniciativas gubernamentales de apoyo a la misma. Otros estarán asociados a los descubrimientos experimentados durante los períodos de confinamiento.

Y a largo plazo, ¿qué prácticas sociales y culturales tenderán a desaparecer y qué otras crecerán? ¿Se acelerarán aún más las prácticas digitales frente a las del mundo analógico? ¿Crecerá el rol prosumer, difuminando la línea divisoria entre productores y consumidores? ¿Serán muy diferentes los efectos entre las diversas tipologías de individuos y colectividades? En este sentido, una de las derivadas preocupantes es el desigual impacto entre los diferentes grupos poblacionales en función de sus condiciones vitales, sociales, económicas y culturales. Un estudio reciente sobre las prácticas culturales en 21 barrios barceloneses, clasificados en tres categorías socioeconómicas diferentes, muestra cómo la desigualdad económica tiene efectos profundos en las prácticas culturales. A partir de aquí cabe preguntarse si la experiencia de confinamiento familiar ampliará la brecha social como consecuencia de las asimetrías preexistentes, tanto de aquellas originadas en el capital cultural y educativo de base, como las asociadas al acceso a los recursos tecnológicos (calidad de la conexión a internet, disponibilidad de ordenador o tabletas para toda la familia ...) o en el espacio residencial donde se ha vivido el confinamiento. Todos ellos recursos que condicionan el poder desarrollar una vida cultural autónoma y enriquecedora (diferencias sociales que, desgraciadamente, también tienen su efecto perverso en la densidad de contagios y en los índices de mortalidad por barrios).

Para concluir esta primera reflexión, una pregunta final: ¿nos hará esta crisis más libres? Aparentemente, no. Está claro que aceptar el confinamiento es un acto de solidaridad capital y que es necesaria una cierta coerción para evitar comportamientos egoístas. Pero la obligación coarta la libertad y alimenta comportamientos autoritarios o mezquinos (de autoridades, policías o vecinos envidiosos). Si la cultura nos hace libres, ¿hasta qué punto la necesidad de crear y de compartir expresiones culturales nos hace más humanos como individuos y como sociedad? De ello estoy convencido. Ahora bien, esto no significa que el ecosistema cultural no pague una factura enorme como consecuencia de la presente crisis. ¡Pero, de los efectos en los profesionales y en las instituciones culturales hablaremos en los próximos escritos!
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*Los primeros resultados del cuestionario sobre Condiciones de aprendizaje y confinamiento en Catalunya de @xavierbonal i @SheilaGonzlez6 #InfanciaConfinada muestran una brecha económica y de la infancia en Catalunya que da miedo. La presencialidad ayuda a nivelar, pero con el confinamiento las diferencias socio-económicas condicionan las posibilidades de aprendizaje escolar y, añado yo, de acceso e interacción con las experiencias culturales.

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